IRÁN, ¿LA TRANSICIÓN EN MARCHA? Por Antonio Parra García.
Irán es un Estado necesario para la estabilidad del convulsionado e inseguro Oriente Próximo tanto por su ubicación geográfica como por su significación para el Islam contemporáneo.
La actitud iraní es muy valiosa en distintos escenarios, a la sazón muy complicados. Puede ayudar a estabilizar el desgarrado Afganistán, que es determinante para la tranquilidad pública de Pakistán y del subcontinente indio, demasiado dividido por cuestiones de cultura y religión.
Frente a Irak puede prestar un valioso servicio a la hora de apaciguar los ánimos en cooperación con Turquía, algo enormemente necesario ante el hundimiento de Siria y los avances del Estado Islámico.
Hacia el Asia Central puede proyectar una imagen de responsabilidad, de la que ya se beneficiaron los rusos en su guerra con Chechenia y que ofrece tranquilidad a los chinos en una región erizada de dificultades. La mejora de las relaciones con Arabia Saudí y otros países de la península arábiga repercute en la marcha de la OPEP.
La geopolítica del viejo imperio persa parece reactivarse. Los Estados Unidos han bregado en las últimas décadas con este Estado orgulloso de su cultura y al final la realidad geopolítica se ha impuesto al aborrecimiento que inspira entre muchos estadounidenses este viejo componente del Eje del Mal.
Las negociaciones con la Agencia Internacional de la Energía Atómica y la Unión Europea sobre el enriquecimiento de uranio han culminado con éxito finalmente. La esperanza del 3 de abril pasado no se ha tirado por la borda.
Con el acuerdo se abre la puerta al fortalecimiento de las relaciones económicas y de otro tipo de los iraníes con otros pueblos, ayudando a la reforma del país en cuestiones de especial importancia.
En lo político las corrientes del régimen pueden configurarse con mayor solidez como verdaderos partidos políticos. La disidencia puede ir saliendo de la clandestinidad con mayor claridad y las exigencias del mundo estudiantil ser atendidas de forma más comprensiva. Frenaría la expatriación de muchos titulados, un capital humano enormemente necesario.
La apertura económica podía arrumbar definitivamente el sistema de subvenciones públicas a los productos de primera necesidad, mejorar el sistema bancario y el cambio de divisas y combatir con eficacia el contrabando. La fiscalización de las fundaciones religiosas a cargo del ministerio de asuntos sociales va en esta dirección aperturista. En los últimos tiempos se han hecho esfuerzos de reforma importantes.
Estos planteamientos tienen puntos en común con los de la Transición española. La reforma económica y la apertura exterior alientan la suavización de las condiciones políticas, aunque no hemos de olvidar que en Asia el modelo no es precisamente España, sino la China que combina reformismo económico y control político, un modelo muy prestigiado frente al trágico derrumbamiento soviético. Tan importante como el acuerdo alcanzado es el seguimiento de la sociedad iraní, que esperemos que sea capaz de poner en evidencia los temibles augurios de Netanyahu.