INICIOS Y ACTIVISMO DEL FASCISMO ITALIANO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Para entender la Italia en la que el fascismo terminó floreciendo y triunfando, se han invocado sus contradicciones económicas entre el Norte y el Sur, entre el peso de una agricultura con rasgos de arcaísmo (con más de la mitad de la población activa) y la más moderna concentración empresarial en ciertos sectores industriales y financieros. La protección del Estado a la siderurgia no aseguró el bienestar social necesario, y en 1913 tuvieron que emigrar casi 900.000 italianos. La alianza entre los hombres de negocios proteccionistas del Norte y los librecambistas del Sur tampoco dispensó la deseada estabilidad política, ni frenó las protestas sociales. La reforma electoral de 1912 no acertó a detenerlas.
Estado de formación reciente, de 1870, Italia tomó parte en la Gran Guerra con un coste muy alto. Sufrió la muerte de 670.000 combatientes y más de un millón de heridos. Los impuestos aumentaron pesadamente y la deuda pública de multiplicó por cuatro. Mientras los grupos de clases medias se pauperizaron, la concentración industrial en el Norte favoreció la difusión de ideas socialistas. La inflación complicó, además, la vida de muchas familias italianas.
Derrotada en Caporetto, Italia no fue tratada por el resto de los vencedores de la Gran Guerra como uno más, lo que lastimó su orgullo nacionalista. La inestabilidad ministerial contribuyó bastante a desprestigiar el sistema político vigente, mientras en el parlamento los socialistas consiguieron 177 diputados en 1919. Entre los medios conservadores, el miedo a una revolución al modo de la bolchevique resultó claro. La protesta en los campos y en las ciudades, con unos 600.000 parados en la industria en 1921, se acentuó. La huelga iniciada en agosto de 1920 en la empresa Alfa-Romeo de Milán se extendió durante diez meses.
En ciertos medios intelectuales europeos se venía negando desde fines del siglo XIX la tradición de la Ilustración, e Italia no fue una excepción. El 23 de marzo de 1919, Mussolini (que en su juventud fue un socialista revolucionario) fundó en Milán junto a un grupo de veteranos de guerra de las fuerzas de asalto los Fasci italiani di combattimento, haciendo uso del símbolo de autoridad de la antigua República romana. En pugna con el Annunzio que capitanea la marcha sobre Fiume, apenas contaba con 17.000 integrantes y en las elecciones de noviembre de 1919 no llegó a los 5.000 votos en Milán, frente a los 170.000 del candidato socialista.
Se ha considerado clave en su engrandecimiento el apoyo financiero recibido en el otoño de 1920 por la pujante Confindustria, alarmada por una posible revolución. Tampoco debe olvidarse la asistencia del propio Estado, que proporcionó armamento y protección policial a las escuadras fascistas. La elección en noviembre de 1920 de un alcalde comunista en Bolonia espoleó los ataques de las escuadras, motorizadas y dirigidas por antiguos oficiales del Ejército.
Muchos militantes fascistas procedieron de localidades y cooperativas rurales del Bajo Po, dirigiendo sus acciones contra sindicatos, Casas del Pueblo o medios de comunicación de izquierda como L´Avanti. Se aporreaba, se hacía beber aceite de ricino o se asesinaba a sus oponentes.
El fascismo acrecentó sus filas. Pasaron de los 200.000 miembros a inicios de 1921 a los 700.000 de la primavera de 1922. La huelga de agosto del 22, convocada por los socialistas, no consiguió frenarlos. Sin embargo, la suerte electoral no los favoreció al comienzo. En las elecciones de mayo de 1921 solo consiguieron 32 diputados frente a 122 socialistas, 16 comunistas, 107 populares y 240 constitucionales. En vista de ello, Mussolini volvió a insistir en la acción directa.
El congreso fascista de Nápoles organizó la Marcha sobre Roma, gozando del apoyo de los grandes propietarios agrarios, industriales y de parte del Estado Mayor del Ejército. Cuando Mussolini se encontraba en Milán, próximo a la frontera suiza, los cuadrumviros Balbo, de Vecchi, De Bono y Bianchi lanzaron sus fuerzas sobre la capital, custodiada por 30.000 soldados. Pretextando evitar la efusión de sangre, el rey no firmó el decreto de Estado de Sitio, y el 29 de octubre de 1922 encargó a Mussolini la formación de nuevo gobierno.
Para saber más.
Patrizia Dogliani, El fascismo de los italianos: una historia social, Valencia, 2017.