INDÍBIL Y MANDONIO SE RECONCILIAN CON ESCIPIÓN.
“Cuando marchaba a través de regiones completamente pacificadas con acompañamiento y acogida por parte de los aliados según iba cruzando las demarcaciones de cada pueblo, le salieron al encuentro Indíbil y Mandonio con sus tropas. En representación de ambos, tomó la palabra Indíbil no con la cerrazón e insensatez de un bárbaro, sino con vergüenza y dignidad, más cerca de quien justifica la deserción como una acción inevitable que de quien se jacta de ella como si se hubiera aprovechado de la primera oportunidad. Pues, en efecto, sabían que el nombre de tránsfuga es detestable para los antiguos aliados y sospechoso para los nuevos; pero ellos no criticaban esta opinión común de la gente mientras que suscitara ese rencor de ambos bandos un motivo real, y no la palabra. Entonces, pasó a mencionar sus servicios hacia los jefes cartagineses, y, por el contrario, la codicia y arrogancia de éstos y los agravios de todo tipo a ellos y a su gente. Así pues –continuó-, hasta ese momento, tan sólo sus cuerpos habían estado en poder de aquéllos: hacía tiempo ya que sus espíritus estaban allí donde creían que se honraban el derecho y la ley divina; también junto a los dioses se refugiaban como suplicantes quienes no pueden tolerar la violencia y las injusticias de los hombres; ellos rogaban a Escipión que, en su propio concepto, esta deserción no les acarreara ni daño ni recompensa; que valorara su colaboración según reconociera la clase de hombres que eran poniéndolos a prueba a partir de ese día. El romano contesta sin ambages que obrará de esa manera y que no los tendrá por desertores, ya que consideraron que no era válida la alianza con individuos entre los que no existe cosa inviolable, ni divina ni humana. Luego, conducidas a presencia de ellos sus esposas e hijas, se las devuelven entre lágrimas de alegría. Y por ese día fueron acogidos bajo hospitalidad; al día siguiente prometieron fidelidad por medio de un tratado y fueron despachados para encabezar sus tropas; después iban acampando bajo los mismos reales hasta que, marcando ellos la ruta, se llegó frente al enemigo (cerca de la ciudad de Bécula).”
Tito Livio, Historia de Roma. La segunda guerra púnica. Tomo II, Libros 26-30. Edición de José Solís y Fernando Gascó, Libro 27, 17, pp. 178-179.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.