IMPERIOS EN VÍSPERAS DE LA GRAN GUERRA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
En vísperas de la Gran Guerra, el imperialismo había cobrado carta de naturaleza. En muchos países se imponía la idea de la demostración de la vitalidad nacional a través de la construcción de un imperio, con pretensiones “civilizadoras” sobre gentes supuestamente necesitadas de protección. Semejantes ideas, como es bien sabido, condujeron a la confrontación.
A la altura de 1913, una serie de Estados llegaron a controlar, al menos sobre el papel, vastas extensiones de territorio y a poblaciones ciertamente numerosas, como se aprecia a continuación:
Imperio |
Extensión (km cuadrados) |
Población |
Alemania |
3.202.792 |
78.872.193 |
Austria-Hungría |
624.907 |
49.458.421 |
Bélgica |
2.385.459 |
22.490.411 |
China |
11.077.865 |
433.553.030 |
España |
726.746 |
19.824.532 |
Estados Unidos |
9.580.602 |
102.002.151 |
Francia |
12.906.299 |
66.320.559 |
Gran Bretaña |
29.781.444 |
421.178.967 |
Italia |
1.817.609 |
35.869.497 |
Japón |
454.648 |
56.175.720 |
Países Bajos |
1.940.033 |
44.022.452 |
Portugal |
2.171.563 |
26.442.462 |
Rusia |
21.125.696 |
146.252.500 |
Turquía |
1.546.892 |
29.000.000 |
Entre tales Estados existían fuertes diferencias de fortaleza, pues la China convertida en república en 1912 padecía por entonces importantes problemas internos, que se añadían fatalmente a la presión exterior de las grandes potencias del momento. Tras la guerra con Estados Unidos de 1898, España había quedado claramente relegada del círculo de los grandes imperios. Con importantes dominios más allá de Anatolia, el imperio turco realizaba una serie de reformas, no sin dificultades.
Gran Bretaña, Rusia y Francia, ya aliadas, descollaban como grandes potencias imperialistas por la extensión de sus dominios. Sin embargo, apuntaban con fuerza Alemania, Estados Unidos y Japón, con notables recursos demográficos y económicos. De hecho, los japoneses habían sido más que capaces de vencer a los rusos en 1905.
Entre las potencias “medias” del imperialismo, encontramos una mezcla de viejos imperios como Portugal y los Países Bajos, y recién llegados como Bélgica (enseñoreada de la cuenca del Congo) e Italia, con derrotas en su haber. Con una extensión y una población apreciables, Austria-Hungría no dejaba de ser un imperio europeo, a diferencia de Alemania, pero con graves problemas de cohesión interna, que no dejaron de pesar en el desencadenamiento en 1914 de la feroz guerra entre imperialismos que desgarró al mundo.
Fuente.
Niall Ferguson, La guerra del mundo. Los conflictos del siglo XX y el declive de Occidente (1904-1953), Barcelona, 2007, pp. 91-92.