GUINEA Y EL COMERCIO IBÉRICO DE ESCLAVOS.
Guinea es un apellido español y el nombre de una extensa región de África, en la actualidad dividida en una serie de Estados, de gran importancia histórica. En tiempos del Antiguo Régimen, españoles y portugueses incluyeron el reino de Angola en la extensa Guinea. De señor de la misma llegó a titularse el rey de Portugal, que al igual que otros potentados europeos persiguió el lucrativo tráfico de esclavos.
Además de sus esmaltes de plata, sus habitantes se convirtieron en el objeto de un denigrante comercio, que aumentó extraordinariamente al calor de la expansión europea en el Atlántico. El trato de esclavos fue concedido por el rey de Portugal a fines del siglo XV a mercaderes florentinos, cuyas carabelas que viajaban en armada eran asaltadas por navegantes guipuzcoanos y vizcaínos. En teoría, el de Portugal tenía reconocido el dominio de la Guinea por los Reyes Católicos tras los enfrentamientos de la guerra sucesoria al trono castellano. Ir al rescate o a comerciar allí atrajo a muchos financieros, navegantes y hombres de armas, que formaron numerosas compañías.
Juan II de Portugal no solo necesitó el cumplimiento de lo tratado por los Reyes Católicos (esencial para evitar competencias que socavaran su monopolio), sino también productos castellanos para poder comerciar con los potentados de Guinea que le dispensaban los esclavos. Los paños al estilo de Cuenca, Palencia y Ciudad Real fueron muy solicitados, y los maestros portugueses trataron de imitarlos.
Aunque los portugueses se convirtieron en grandes suministradores de esclavos a las colonias españolas de la América del siglo XVI, los españoles podían acudir a comprárselos a Guinea. Juan Pérez de Córdoba fue autorizado en 1579 a introducir en la Nueva España unos 126 esclavos africanos.
Los contactos entre las Américas y Guinea fueron frecuentes, más allá de los cauces oficiales, y a principios del XVII se permitió a Buenos Aires a vender allí harina, cecina y sebo a cambio de productos necesarios. Los esclavos pronto formarían parte de tal categoría.
Una vez reconocida la independencia de Portugal por la Corona española, las relaciones se fueron encauzando. En 1696 se reconoció a la portuguesa Compañía real de Guinea el asiento o contrato de la provisión de esclavos de la América española. Los portugueses deberían introducir unas 10.000 toneladas de negros, el equivalente de más de 125.000 seres humanos. Se les anticiparía en Castilla unas 200.000 patatas al 8% de interés para su mantenimiento en la travesía oceánica.
Sin embargo, las autoridades españolas en Indias exigieron el cobro de los derechos reales y los persiguieron por fraude. El administrador de la compañía Gaspar de Andrade fue encausado, al igual que muchos de sus factores allí. El asiento daba pie al contrabando y al cuestionamiento del monopolio comercial español.
En 1701, con la llegada de Felipe V al trono español, se alcanzó un acuerdo, pensando en mantener a Portugal dentro de la órbita de las monarquías borbónicas ante la inminente guerra por la sucesión española. Los portugueses serían indemnizados con 300.000 cruzados en Castilla a la llegada de la flota de los galeones de Indias. Los que no tendrían ninguna compensación serían las personas arrancadas de Guinea por ser esclavizadas.
Fuentes.
Archivo Histórico Nacional. Secretaría de Estado y del Despacho de Estado. 2724 (expedientes 41 y 44).
Archivo general de Simancas. Cancillería. Registro del sello de corte. 149206 (150) y 149209 (18).
Víctor Manuel Galán Tendero.