GUERREROS DESTERRADOS Y CAPITANES EN TIERRA AJENA.
Los castellanos medievales, del Norte del Duero a las Canarias.
En el Romancero Viejo, datado en la Baja Edad Media, la figura del Cid adquirió unas dimensiones extraordinarias, que no figuran en el Carmen Campidoctoris. En Santa Gadea de Burgos, obligaba a Alfonso con recias palabras a jurar sobre los Evangelios que no había tenido nada que ver con la muerte de su hermano Sancho si quería ser rey de Castilla. Juró Alfonso en tales términos, y su primer acto como monarca fue desterrarlo. El buen don Rodrigo era víctima de su honradez en una corte perversa, llena de envidiosos. A pesar de todo, alcanzaba fortuna y notoriedad en el destierro. Se convertía en el modelo de no pocos contrarios a un monarca, obligados a marchar fuera de Castilla. La afirmación del poder regio bajo Alfonso X ocasionó no pocas tensiones y contestaciones, en una Castilla en transformación social.
Los ricos hombres que se opusieron a Alfonso X encontraron refugio en el emirato de Granada. En 1272 Muhammad I acogió por razones interesadas al infante don Felipe de Castilla, Nuño González de Lara, el señor de Vizcaya Lope Díaz de Haro, Esteban Fernández de Castro, Diego López de Haro y Álvar Díaz de Asturias. Allí permanecieron hasta lograr del monarca sus pretensiones. Alfonso X también mantuvo relaciones tormentosas con sus hermanos don Fadrique y don Enrique.
Don Fadrique era el hijo de Fernando III y de doña Beatriz de Suabia, prima del emperador Federico II. El infante completó su educación en la corte imperial, pero terminó enemistado con su tío Federico. No logró ver reconocidos sus derechos sobre el ducado de Suabia, pero a su retorno a Castilla recibió importantes bienes en Sevilla. No logró contraer matrimonio con la princesa Cristina de Noruega, pieza diplomática del fecho del Imperio de su hermano Alfonso, con el que se enemistó. Unió su suerte entonces a la de su hermano don Enrique en Túnez e Italia. Tras la batalla de Tagliacozzo (1268), consiguió llegar junto a otros gibelinos a Túnez, donde combatió a las fuerzas cruzadas de Luis IX de Francia. En 1271 volvió a Castilla. Los enfrentamientos de finales del reinado de Alfonso X le costaron ser ejecutado en Burgos en 1277.
Su hermano don Enrique también tuvo una vida aventurera y se opuso a Alfonso X. Se destacó en la conquista de Sevilla, y su hermano don Alfonso le autorizó la toma de Arcos y Lebrija. Al no ver reconocidos sus derechos sobre tales plazas, entró en relaciones con Jaime I de Aragón, de gran ayuda para conquistar el emirato de Niebla. Desde allí atacó Arcos y Lebrija, mientras otros nobles se alzaban contra la autoridad de Alfonso X. Al ser vencida la insurrección, pasó a la Inglaterra de Enrique III, y más tarde al Túnez hafsida. Sus éxitos aquí le ocasionaron no pocas envidias, por lo que encaminó sus pasos hacia la disputada Italia, donde al principio apoyó la causa de Carlos de Anjou. Al no ver reconocida su pretensión sobre el reino de Cerdeña, se pasó al bando de sus enemigos gibelinos. Llegó a ser senador o gobernante de Roma, dando muestras de su carácter duro. Derrotado en Tagliacozzo, pasó muchos años en el cautiverio. Liberado en 1291, pasó por Túnez antes de llegar a Castilla, donde ejerció la tutoría de su sobrino nieto Fernando IV. Durante su minoría de edad y breve reinado, dio muestras de su temperamento inquieto y ambicioso antes de morir en 1303. Algunos autores lo han considerado el primer autor del Amadís de Gaula.
En sus andanzas, aquellos caballeros pasaron de tierras musulmanas a Italia, ampliando el radio de acción antes circunscrito a Al-Ándalus. Las formas de la Frontera castellana iban dando paso a las empresas extrapeninsulares a lomos de las ambiciones de unos magnates que aspiraron a ser mucho más que reyes de sí mismos. Algunos como los infantes de la Cerda no lograron lo deseado, pero Enrique de Trastámara sí lo conseguiría tras no pocas luchas.
Víctor Manuel Galán Tendero.