FULL CATALANISM. Por Gabriel Peris Fernández.
Érase una vez un país en el que los políticos eran gente honrada a carta cabal, en el que nunca metieron sus manos en caja ajena. Evidentemente no hablamos de España ni de su réplica diminuta, Cataluña.
Hay gente muy pía, que teme ofender a Dios, y que sólo acepta el vil metal por no tener un problema familiar. En el drama navideño de ¡Qué bello es vivir! Jordi Pujol senior no estaría dispuesto a tirarse por el puente, aunque sí a arrojar a los demás con tal de salvar sus chanchullos.
Como los ladrones entran y salen de la oficina, la esperanza blanca de Duran i Lleida ha resignado sus responsabilidades al frente de Unió (las de Madrid son harina de otro costal) ante el ritmo enérgico del independentismo, mimado por Convergència. Diestro en maniobrar por matritenses despachos y en filtrar a la prensa terribles revelaciones como los contactos de Perpiñán, Josep Antoni ha advertido a Jordi, que como buen conocedor del carácter sinuoso del democristiano se ha avanzado.
Todo esto forma parte de la política pequeña, que con su retahíla de miserias nutre algo más grave. ERC se ha mostrado complacida por el gesto de Pujol, pues electoralmente le beneficia. Los tejemanejes de los políticos profesionales han aclarado una pregunta difícil.
Hace unos cuantos años el maestro de historiadores Josep Termes definió el catalanismo como un nacionalismo que se tuvo que vestir de regionalismo, y no como un regionalismo con aspiraciones nacionalistas. Prat de la Riba presentó a la nación catalana con todo el acompañamiento simbólico nacionalista, pero aceptó su inserción en un Estado de superior extensión ante las necesidades de la economía moderna. Figuras como Cambó interpretaron esta fórmula en términos españolistas, los de una España plural que presagiaría la de las Autonomías.
Ahora sabemos que el gran Estado ya no es España, sino la UE, y el catalanismo muestra su verdadera esencia, la contemplada por Termes. Tras décadas de socialización nacionalista y años de experiencia política de plataformas de todo género, la movilización catalanista cobra una fuerza notable. El mundo de los políticos de la ambigüedad calculada y del pal de paller ha pasado a la Historia, superado por la lógica intrínseca del full catalanism, capaz de devorarse a sí mismo llegado el momento.
El paralelismo con el full fascism resulta útil desde la óptima del politólogo. Con el declinar del III Reich los nazis más radicales lucharon denodadamente contra otras fuerzas favorables al régimen hasta entonces. La situación crítica lo precipitó. La Cataluña de hoy reposa sobre una comunidad alterada, en la que se ha lanzado un asalto contra su Parlament. El temor a la cólera popular ha atormentado al presidente Mas y ha hecho recular al alcalde barcelonés Trias. El independentismo convergente pretende desviar responsabilidades.
Pero el de ERC pretende aprovechar semejante trance, buscado denodadamente al saltar de la vindicación cultural a la reclamación fiscal. Entre los electores ganan apoyos, pero su ejecutoria durante el Tripartito ha estado marcada por el despilfarro y las pullas internas. Saturados de oportunistas y de profesores de catalán en exceso librescos, sirven populismo en vena a una Cataluña más compleja de lo que parece a primera vista. ¿Cederá al abismo del full catalanism?