FRANCIA ATACADA. Por Antonio Parra García.
No nos encontramos ante hechos fortuitos, debidos a incontrolados fanáticos. El ataque contra Francia, republicana y laica, obedece a un proyecto perfectamente madurado.
El islamismo más radical es tradicionalista y no tradicional. Bajo las apelaciones al Califato y al pasado histórico más o menos mistificado late un proyecto revolucionario dirigido a personas que no encuentran acomodo en la sociedad actual, que consideran fuera de lugar sus valores. Muchos de sus seguidores son jóvenes que han vivido la marginalidad y el menosprecio a toda autoridad. En los suburbios europeos han crecido en medio de agudos problemas sociales, y al mismo tiempo no han visto, no han tratado a sus profesores como personas de las que aprender, sino como ridículos ejemplares de una sociedad degenerada.
Su dieta ha incluido la droga, la música de decibelios altos y las imágenes violentas de los modernos audiovisuales, banalizando notablemente la violencia, contemplada como un juego. Mal preparados, no encuentran una colocación laboral de su gusto. Sus amigos de pandilla comparten sus mismas frustraciones y esperanzas. En internet encuentran muchas veces un mundo más agradable que el que habitan a diario.
En las mezquitas a veces encuentran personas que combinan la protección con el rigor, severos varones que se hacen de respetar según arraigados estereotipos machistas. Ellos les descubren verdaderamente el Corán y les abren nuevas perspectivas. En ellos tiene lugar la misma mutación que vivió Malcolm X, de pandillero a activista, ganándose el respeto de hermanos pequeños y amigos.
En estas comunidades calan los mensajes rigoristas de las autoridades de la península Arábiga, que insisten en el cumplimiento estricto de las prescripciones del Islam y en no dejarse absorber por los occidentales. La consagrada carne del cordero no debe ser compartida con los infieles vecinos, otros pobres diablos víctimas igualmente de la miseria, aunque por navidades ellos les hayan ofrecido lo suyo. Los alfaquíes les convencen desde televisiones que admiten el cobro revertido por una consulta desde Europa a Oriente, pagada por los petrodólares. Todo musulmán, procedente de Marruecos a Turquía, es susceptible de ser aleccionado según los usos de los telepredicadores.
El ideario integrista cala en unas comunidades que se convierten en herméticas por razones propias y ajenas. Son como una pequeña réplica de Gaza en suelo de la Unión Europea. Desarrollan sus propios sistemas de protección, solidaridad y comunicación, resultando aptas para el reclutamiento islamista, para combatir en guerras santas.
La yihad ha planteado no pocos problemas a los musulmanes a lo largo del tiempo. Como deber colectivo obliga a satisfacer unos impuestos a la autoridad encargada de ponerla en práctica, aunque en el caso de no existir un poder de tales características los musulmanes deben emprenderla individualmente. En el Próximo Oriente de las Cruzadas así se hizo, en contraposición a Al-Andalus. Hoy en día las iniciativas particulares están recreando unas autoridades yihadistas suficientemente determinadas.
Los nuevos poderes islamistas conciben el mundo en términos de dar al islam y dar al yihad, la contraposición entre los países musulmanes y los susceptibles de convertirse tras las pertinentes acciones punitivas. Con los infieles no se firma ninguna paz. A lo sumo una tregua forzada por las circunstancias. La Europa arrogante y cobarde imaginada por los integristas forma parte del dar al yihad, proyectándose su sumisión.
Sintomáticamente los terroristas que han conmocionado París se definieron como policías. Más allá de la broma macabra, indicaban a su manera su condición de sicarios de los alfaquíes emisores de fatwas o sentencias. Europa debe someterse a la lógica de la dominación islamista. Debe de repudiar toda ayuda a Israel. Debe de abandonar sus costumbres y su modo de vida.
De las degollaciones de periodistas y cooperantes en Oriente Próximo, difundidas con saña a través de la red, se ha pasado a atentar contra humoristas en suelo europeo. Ya no se tratan de amenazas y exabruptos contra Dinamarca. Francia ha sido atacada. Desde el ataque que concluyó en Poitiers no sufría una agresión musulmana pareja.
Con una notable población islámica y una presidencia en horas bajas se ha convertido en el objetivo actual, evitándose por el momento arremeter contra Gran Bretaña y Alemania, dirigidas por políticos más determinados. Recientemente Francia había congelado su cooperación policial con Marruecos. En España el secesionismo de Cataluña, donde habita también una notable población islámica, y la delicada situación de Ceuta y Melilla abren perspectivas políticas nuevas de cara al futuro.
La fortaleza europea ha acusado el golpe, y el próximo domingo dirigentes de la UE y EE. UU. se darán cita en París. En la era de la globalización nada nos resulta ajeno, y menos algo que afecta directamente a nuestra dignidad como ciudadanos, como personas.
Imagen tomada del diario La vanguardia.