ESTANCO, CONTRABANDO Y ADICCIÓN AL OPIO EN LAS FILIPINAS ESPAÑOLAS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

18.09.2021 10:31

               

                En el siglo XIX, la venta y el consumo de opio se generalizaron enormemente, dando origen a dos renombradas guerras entre británicos y chinos, fundamentalmente. Tras la firma del tratado de Nankín el 29 de agosto de 1842, el primer tratado desigual que se impuso a China, el negocio del opio adquirió un vuelo mayor.

                Los españoles de Filipinas tomaron buena nota de lo sucedido. Desde antes, habían fomentado la plantación de opio en el archipiélago. El 22 de agosto de 1844, el ministerio de Gracia y Justicia trató una reclamación de venta en estanco del opio de la Audiencia de Manila, presidida por el capitán general Francisco de Paula Alcalá.

                El estanco del tabaco rendía buenos beneficios al Estado, por lo que el del opio también podía reportarlos. Se aprobó finalmente la petición y en 1883 se arrendaba a un contratista chino por la suma anual de 80.000 pesos: menor que la del estanco del tabaco, pero apreciable.

                La cantidad era elevada y el precio del opio estancado resultó en consonancia caro para las personas adictas a la “nociva droga”, según reconocieron las mismas autoridades españolas, que contemplaron su impacto entre los culis chinos de Filipinas, prestos a comprarlo antes que el pan.

                El contrabando de opio floreció, animado por hombres de negocios chinos, según informó el cónsul español en la plaza británica de Singapur en 1883. Desde Calcuta, lo importaban hacia allí y las Filipinas comerciantes árabes, judíos y armenios, que padecieron fuertes pérdidas.

                Para evitar su subida de precio, los españoles prohibieron su exportación a las Indias holandesas y a la península Malaya en juncos, aunque también tomaran parte en el contrabando los barcos de vapor.

                Las medidas de fuerza no consiguieron frenarlo y la adicción de la que se beneficiaron las arcas del Estado español prosiguió causando estragos entre la gente.

              Fuentes.

                ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL.

                Ultramar, 430 (expediente 30) y 153 (expediente 17).