ESTAMPAS DEL SIGLO NO TAN DE ORO. INSEGURIDAD ENTRE CASTILLA Y ARAGÓN. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Bajo los Austrias, no se desdibujaron las líneas que separaban unos reinos hispanos de otros, particularmente a efectos legales y fiscales, aunque ya hubieran perdido las aristas militares de los tiempos anteriores a los Reyes Católicos. Sin embargo, distaron de ser apacibles, pues en sus inmediaciones proliferaron toda clase de quebrantadores del orden.
Entre Castilla, Navarra y Aragón hubo muchos intercambios económicos y bastante circulación de personas, lo que atrajo las miradas de aquéllos, especialmente cuando se reforzó en el último tercio del siglo XVI la ruta de los cargamentos de monedas de plata hacia el puerto de Barcelona, con destino a Italia, en el Camino Español hacia Flandes. En 1628, el factor general Bartolomé Espínola ordenó un envío de ochenta y cuatro cajas. Pasada la localidad de Calatayud, se robaron once, recayendo el 19 de agosto las sospechas entre la gente más conflictiva de aquélla.
Las diferencias fiscales entre Castilla y Aragón también brindaron magníficas oportunidades al contrabando. El corregidor de Soria alertó a la comisión del servicio de millones el 23 de marzo de 1635 que muchas cuadrillas aragonesas entraban fraudulentamente vino de su reino en Castilla, armados con pistolas y arcabuces.
Los problemas prosiguieron en la raya entre ambos reinos. El 23 de septiembre de 1637, la Mesta se quejó amargamente, pues los ganaderos de Soria, Monteagudo y Deza no podían pasar sus reses al vecino Aragón. Provista de armas de fuego, una partida de hasta doscientos forajidos, algunos descritos como gitanos, con veinte a caballo, los mantenían en jaque.
Desde 1613, tras la expulsión de los moriscos de territorio aragonés, se había extendido las prevenciones contra la población gitana, cuya movilidad inquietaba. Se temió que sus mudanzas fueran compartidas por los franceses y los gascones que entraran a repoblar Aragón, tachándolos de delincuentes, como a los bandoleros catalanes que irrumpían en el reino.
Se apeló en 1637 a la colaboración castellano-aragonesa para acabar con ellos, demostrándose el carácter complejo de la heterogénea unión de reinos de la Monarquía hispana.
Fuentes.
ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN.
Consejo de Aragón, legajos 0080.
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