ESPRONCEDA: LA CANCIÓN DEL LIBERAL. Por Pedro Montoya García.
Los mejores pasajes de nuestra literatura.
Espronceda: La canción del liberal.
Las dos palabras con las que podríamos definir la vida del gran lírico serían: liberal y romántico. A finales de 1823, el «Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional» ajusticia al general Riego. Espronceda presenció el ahorcamiento y, tras ese momento, dedicará su vida, la cual no le concedió mucho tiempo, a la lucha por aquello moría el militar y político convertido en leyenda e himno.
Navega, velero mío,
sin temor
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor
Su lucha política en algunos momentos traspasó el desvarío: formó una sociedad masónica-patriótica, sin poder dar mejor nombre que el de los «numantinos» que por poco corrieron la misma suerte que los héroes celtíberos… acabaron en la cárcel; formó parte de un grupo guerrillero que quiso invadir España cruzando los Pirineos a mando del entrañable guerrillero Chapalangarra, huelga decir que fracasó. Ésta última idea les vino tras participar en la revolución de julio de 1830 en Francia, porque su vida transcurrió entre idas y venidas en diferentes países tras diversos destierros, donde siempre mantuvo contacto con otros liberales españoles emigrados, hasta cuando el momento político le permitía regresar a España.
¿Quién eres tú, lucero misterioso,
Tímido y triste entre luceros mil,
Que cuando miro tu esplendor dudoso,
Turbado siento el corazón latir?
¿Es acaso tu luz recuerdo triste
De otro antiguo perdido resplandor,
Cuando engañado como yo creíste
Eterna tu ventura que pasó?
En uno de esos destierros, en Lisboa, conocería aquello que define a los románticos: las emociones, las pasiones imposibles, el destino cruel…, y en la vida de Espronceda llevaba el nombre de Teresa Mancha. Su musa fue casada por su padre con un rico comerciante, pero nuestro poeta no dudó, en cuanto la ocasión se presentó o cuando su amor ya no concedía más tiempo, la raptó y, para mantener el buen nombre y la discreción, se instalaron en la misma calle de la capital en números diferentes. Ahora, no olvidemos que aunque vivamos en el Romanticismo, estamos en la España del Siglo XIX, el adulterio era pecado gravísimo para mujeres incluso obligadas a casarse en matrimonios de conveniencia, ella huye a Valladolid, por supuesto, el poeta la sigue y, por supuesto, el destino les guarda una trágica jugada: a él, la persecución de los liberales le separa de ella definitivamente, no volverá a saber de Teresa; a ella la mata la tuberculosis. El destino les concedería como legado una hija de ambos.
¿Por qué volvéis a la memoria mía,
tristes recuerdos del placer perdido,
a aumentar la ansiedad y la agonía
de este desierto corazón herido?
¡Ay!, que de aquellas horas de alegría,
le quedó al corazón sólo un gemido
y el llanto que al dolor los ojos niegan,
¡lágrimas son de hiel que el alma anegan!
La última película de éxito de Amenábar, Los Otros, en la que los protagonistas: la madre y sus dos hijos, tras un tenso y bien guiado suspense, descubren que ellos son realmente los muertos y que el caserón donde viven es en realidad un cementerio habitado por almas, se sustenta sobre un argumento que ya fue utilizado por otros autores y en especial por los románticos, y en el caso de Espronceda para escribir, en mi modesta opinión su poema más extenso por su amplitud y calidad: El estudiante de Salamanca. Un don Juan, Félix de Montemar, sufre una espantosa alucinación de acudir a su propio entierro, rodeado de espectros caminará por el purgatorio sin perder su altanería y dispuesto a enfrentarse incluso a Satanás; se enfrentará a ese camino porque malvado cortejó a Elvira, quién le entrega su corazón y fue traicionada porque, en realidad, él sólo buscaba el cuerpo de ella; además el viaje porque en un duelo mata al honorable hermano que quiso vengar la afrenta. En una obra maestra llevará al protagonista (como de forma similar llevan a los protagonistas de Los Otros), a un viaje donde descubrirá que la dama le acompaña es en realidad el esqueleto de Elvira, y que la alucinación de su entierro, no tal alucinación, por su maldad y tras un beso de la ultrajada, se convertirá en un fantasma “real”.
Goce yo el presente, disfrute yo ahora,
y el diablo me lleve siquiera al morir.
¿¡Qué mejor frase lapidaria para resumir a un genio romántico!?
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