ESPAÑOLES EN LA ARGELIA FRANCESA DEL XIX. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
En 1792 los españoles dejaron de controlar la plaza de Orán, que pasó a manos de las autoridades argelinas subordinadas al imperio otomano. En las décadas siguientes, España se vio comprometida en una difícil situación internacional e interior que paralizó cualquier esfuerzo por ampliar su área de influencia en el África del Norte. Las guerras napoleónicas animaron el comercio norteafricano de cereales con Europa, además de las acciones corsarias, y distintas potencias hicieron sonadas intervenciones, como los jóvenes Estados Unidos. En 1830 los franceses conquistaron Argel e iniciaron una presencia llamada a transformar aquel país. Los españoles tomaron parte en aquella colonización cercana a sus costas.
La necesidad de muchas familias de agricultores del Sureste peninsular y Baleares, fundamentalmente, los condujo hacia tal destino. Las duras condiciones de sequía de la década de 1840, tan problemática en buena parte de la cuenca mediterránea, complicó sus precarias vidas con severidad. Además, las luchas políticas que dividieron a los españoles coetáneos llevaron a bastantes a la Argelia francesa, preocupando a las autoridades españolas las actividades carlistas o republicanos allí acogidos. Asuntos pendientes con la justicia, deseos de escapar al servicio militar o de aventura también tuvieron su parte de responsabilidad en tal emigración, que coincidió con la de franceses, italianos y malteses allí.
Los franceses controlaron el territorio desde los enclaves urbanos, que recibieron una importante llegada de gentes europeas que se ocuparon del comercio y la administración. El campo circundante ya era más difícil de dominar, pues los grupos musulmanes contrarios a la presencia colonizadora podían actuar aquí con mayor éxito. Los españoles, no siempre bien vistos por las autoridades francesas, abrieron el terreno en aquel frente. Una importante emigración estacional de cuadrillas de trabajadores con sus familias se afanó en la recolección del esparto y del cereal, sin olvidar los cuidados de la celosa viticultura, dedicaciones que conocían perfectamente en sus pueblos de origen. En el Oranesado se hizo sentir la presencia de aquellas gentes, a veces pintadas con colores chillones por los burócratas franceses.
Muchas de sus mujeres se emplearon en el servicio doméstico y con el tiempo algunos de ellos arraigaron en territorio argelino, recibiendo concesiones de tierra y ascendiendo con laboriosidad en la escala social. Sus descendientes adoptaron idioma y costumbres franceses, aunque sin olvidar sus orígenes. Años más tarde, en el siglo XX, ciertas actividades artísticas y festivas de la zona valenciana tuvieron una acogida igualmente popular en la orilla argelina.
El volumen de tal emigración llegó a ser numeroso a lo largo del siglo XIX, como demuestran estas cifras de residentes españoles en la Argelia colonial:
1836 |
4.452 |
1841 |
9.748 |
1851 |
41.558 |
1872 |
71.365 |
1881 |
114.320 |
Notable fue el salto de la década de 1840, en el que los españoles tomaron parte en aquel trascendental movimiento de colonización. Su volumen fue tan notable que a fines del XIX se pensó emplear aquel caudal humano en la filipina Mindanao, aunque sin éxito parejo ni remotamente.
Bibliografía.
Àngela-Rosa Menages y Joan-Lluís Monjo, Els valencians d´Algèria (1830-1962), 2007.