ESPAÑA Y SUS FRONTERAS MEDITERRÁNEAS (1609-17). Por Víctor Manuel Galán Tendero.
España todavía estaba oficialmente en guerra a comienzos del siglo XVII con el imperio otomano, con independencia de las treguas acordadas. Tanto españoles como otomanos tenían por entonces que atender a frentes bélicos más activos, lo que no evitó que la hostilidad y las acciones navales se mantuvieran en el Mediterráneo. En 1609 comenzó la expulsión de los moriscos españoles por el reino de Valencia, en la que pesaron consideraciones militares y de imposibilidad de asimilación cultural y religiosa en los términos de la Contrarreforma. Sin embargo, el duque de Osuna en calidad de virrey acogió en Palermo a los moriscos que no querían marchar al Norte de África.
De hecho, las comunidades moriscas no siempre consiguieron buena acogida en África del Norte. Las principales reacciones contra la expulsión no vinieron de las regencias otomanas, sino de territorio marroquí, de enclaves como Salé. Marruecos estaba por entonces convulsionado por disputas internas. El destronado sultán Muhammad al-Sayj ofreció a los españoles la plaza de Larache en 1610 a cambio de su apoyo contra su rival. Fue un triunfo muy celebrado, pues la plaza se encontraba en el punto de mira español desde 1581.
De todos modos, las principales acciones españoles se dieron entonces en el Mediterráneo Central. La expedición del marqués de Santa Cruz del verano de 1611 partió de Sicilia, recaló en Malta y se dirigió contra las islas Querquenes, en la costa oriental de Túnez. Allí los españoles tuvieron que vérselas contra un tenaz enemigo atrincherado en terrenos pantanosos. El resultado no fue favorable a una España que quería afirmarse en el Sur del Mediterráneo aprovechando la paz con Inglaterra y Francia, además de la insegura tregua con las Provincias Unidas.
El reino de Sicilia, bajo la égida del duque de Osuna, era una pieza fundamental del poder español en la región. Su armada se anotó en agosto de 1613 una sonada victoria. Derrotó a una flota turca en las proximidades de la isla de Samos, en el cabo de Corvo. Tal triunfo no impidió al de Osuna expresarse con franqueza sobre las deficiencias de las naves de combate españolas, carentes de la suficiente mosquetería para enfrentarse a los turcos, bien dotados de escopetas, algo que perjudicaba particularmente a las naves de Valencia.
Desde 1605 se había conformado en Salé un núcleo pirata con gentes procedentes de Inglaterra, que se convirtieron al Islam, y moriscos desterrados. Sus acciones pronto lograron fama, al amenazar las comunicaciones atlánticas del imperio español. En 1614 se intentó sin éxito su toma.
En el Mediterráneo también preocupaba a los españoles la actitud poco amistosa de Venecia, en buenas relaciones con sus enemigos, especialmente durante la guerra de 1617 con Carlos Manuel de Saboya. El duque de Osuna volvió a estar al frente de la reacción española, precisamente cuando llegó la petición de ayuda de las provincias y reinos de Grecia, Tesalia, Epiro y Macedonia contra la dominación otomana. La cosa no pasó a mayores, y España no participó en un madrugador reparto del imperio turco, también en guerra con los Habsburgo de Viena. Más tarde, Osuna caería con no poca polémica, mientras nuevos beligerantes surcaban las aguas mediterráneas.
Para saber más.
Michel Fontenay, Le Méditerranée entre la Croix et le Croissant. Navigation, commerce, course et piraterie (XVIe-XIXe siècle), París, 2010.