ESPAÑA A COMIENZOS DEL SIGLO XX. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La España que salió de la derrota frente a los Estados Unidos fue considerada por algunos intelectuales de la generación del 98 como una vergonzosa excepción dentro de la civilización europea. Ciertamente, las fuerzas económicas de Alemania o Gran Bretaña eran muy superiores a las de España, pero en los últimos tiempos se ha rebajado el pesimismo del 98. No obstante, España compartía los problemas de la Europa mediterránea.
El censo de 1900 nos brinda una buena imagen de su población entonces. Contaba con 18.830.649 habitantes, casi el doble que en 1800. Todavía era un país agrario: su población activa se repartía entre el 66´35% de la dedicada al sector primario, el 15´99% al secundario y el 17´66% al terciario.
En la agricultura, más de 1.500.000 de trabajadores agrícolas carecían de tierra, malviviendo como jornaleros o braceros. Se concentraban particularmente en Andalucía, Extremadura, Salamanca, Toledo, Ciudad Real y Albacete.
Dentro del sector secundario cabría destacar los 236.000 trabajadores de la construcción, las 120.000 personas de la industria textil (de las que 51.000 eran mujeres) y los 69.825 mineros, de los que 12.000 lo hacían en Asturias.
En el sector de los servicios descollaron los 18.000 ferroviarios y los 8.000 funcionarios y empleados de Correos y Telégrafos.
El proteccionismo que favorecería la producción de carbón, la industria siderometalúrgica y de producción de energía eléctrica (en manos de los grandes bancos), no alentaría la de bienes de consumo en igual medida, dada la pobreza de una parte importante de la sociedad española.
Los políticos españoles se adscribían a los grupos dominantes. Maura y Montero Ríos se encontraban entre los grandes contribuyentes de Madrid. Villaverde era consejero del Banco Español de Crédito. Romanones era uno de los grandes terratenientes y uno de los grandes accionistas de las minas del Rif. Los partidos de la Restauración ya adolecían de problemas de cohesión, aunque todavía conservaban poder territorial. Los grandes feudos del partido conservador eran el interior de Galicia y Castilla la Vieja, y del liberal partes de Andalucía, Alicante, Zaragoza, Huesca, Logroño, Zamora y La Coruña.
Sin embargo, Madrid, Barcelona y Valencia ya habían escapado a su control, y Bilbao estaba a punto. El republicanismo comenzaba a ganar predicamento, y los tradicionalistas disponían de una sólida implantación en Navarra, Guipúzcoa y parte de Vizcaya. Además, en 1900 la UGT tenía 20.000 afiliados. El anarquismo ya era aceptado por trabajadores agrarios del Sur e industriales de Valencia y Cataluña. La España de 1900 era heredera de la decimonónica de las desamortizaciones, pero ya apuntaba los problemas del primer tercio del siglo XX.
Para saber más.
Manuel Tuñón de Lara, Estudios de historia contemporánea, Barcelona, 1986.