ESCOLLOS EN LA ALIANZA HISPANO-NEERLANDESA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

04.05.2024 13:11

               

                La España de la segunda mitad del siglo XVII ya carecía de las fuerzas de antaño, por mucho que la actual historiografía haya relativizado su decadencia. Lo cierto es que la conciencia de declive había tomado fuerza en el pensamiento de más de un responsable político, como fue el caso de Manuel de Lira, embajador ante las Provincias Unidas. Muy unido a duque de Villahermosa y al marqués de los Balbases, opinaba que la Monarquía hispana naufragaba, carente de caudales y fuerza suficiente. Para salvar tal reliquia ante la agresiva actitud de la Francia de Luis XIV, se requería tanto de destreza como de maña. La diplomacia salía en salvación del poder español, y don Manuel defendió la alianza con los Países Bajos, también atacados por el Rey Sol.

                Los antiguos enemigos se coaligaban contra un peligro mayor, pero en 1679, terminada la guerra entre Francia y los Países Bajos, su relación se encontraba tocada por la desconfianza y por varios escollos. España no pasaba por su mejor momento, si bien las Provincias Unidas habían sido invadidas por las tropas de Luis XIV. La destrucción de sus granjas había sido considerable, careciéndose a veces de dispensar pan de munición a los defensores.

                En aquel preciso momento, los neerlandeses exigieron el pago de lo adeudado por España por su asistencia naval en aguas del Mediterráneo. Sólo el coste de la escuadra gobernada por el almirante De Ruyter ascendía a medio millón de escudos, junto a otras deudas por valor de seiscientos mil. Por entonces, las autoridades neerlandeses tenían que encararse con el descontento de sus marineros por los atrasos de sus pagas, participando sus mujeres en los motines callejeros.

                Manuel de Lira y otros representantes españoles juzgaron tales cantidades de arbitrarias, con un requerimiento de plazos más complicado si cabe que pagarlo todo. Se temió que la deuda diera argumentos a los neerlandeses para no entregar la codiciada Maastricht a los españoles. Se corría el riesgo, además, que los ocupantes franceses terminaran comprándola. Tal eventualidad no se dio, pero la plaza tampoco retorno a la endeudada Monarquía de Carlos II.

                Fuentes.

                ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL.

                Estado, 604, Expediente 2.