ENTRE EL REFORMISMO VIRREINAL Y LA AÑORANZA AMERINDIA. Por Carmen Pastor Sirvent.
Bajo el virreinato de Lorenzo Suárez de Mendoza se intentó poner freno a la corrupción administrativa en la extensa Nueva España y mejorar el funcionamiento de su gobierno. El 1 de mayo de 1581 Felipe II le ordenó proceder con rigor contra los abusos sufridos por los amerindios, como las granjerías de los corregidores a su costa. Para facilitar estas tareas, las autoridades locales recibieron la orden de dar relación de las cosas tocantes a la geografía, población, Historia y producciones de sus territorios. Por encargo del alcalde mayor de Texcoco Juan Velázquez de Salazar, Juan Bautista de Pomar tuvo lista una a 9 de marzo de 1582.
Hijo de Antonio de Pomar y de una hija natural del último gobernante de Texcoco, Netzahualpilli, nació en 1535 y murió en 1590, pretendiendo recuperar parte de la grandeza de su abuelo materno. Su condición mestiza le hizo apreciar el sistema de valores de los españoles sin desdeñar la civilización amerindia anterior, de la que loa la templanza en la aplicación de la justicia, la moderación de los tributos, la valentía de sus guerreros y la honradez de sus costumbres familiares y domésticas, pese a denostar a nivel general su religión en la línea del pensamiento de la Contrarreforma.
Cuando trata de la disminución de la población amerindia no dudó en escribir que “la mayor parte (de la tierra de Texcoco) está desierta y eriaza, y con tres pestilencias generales que han tenido desde que los ganaron se han consumido y menguado de tal suerte que dicen los indios viejos y antiguos con quien esta relación se hace que pueblos y lugares pequeños sujetos a esta ciudad que tenían en su infidelidad más de a quince mil vecinos, no tienen al presente a seiscientos”, ya que “si hay alguna causa de su consumición es el muy grande y excesivo trabajo que padecen en servicio de los españoles, en sus labores, haciendas y granjerías, porque de ordinario en cada semana se reparten para este efecto mucha cantidad de ellos en todos los pueblos de esta Nueva España, porque en todos los lugares de ellos tienen edificios, haciendas y granjerías de pan, ganados, minas e ingenios de azúcar, caleras y otras muchas maneras y suertes de ellas, que benefician y labran con ellos, que para ir a ellos a doce y a quince leguas de sus casas son compelidos y forzados, y de lo que padecen allí de hambre y cansancio se debilitan y consumen de tal manera los cuerpos, que cualquiera y liviana enfermedad que les dé basta para quitalles la vida.”
Este descenso de población no preocupó por motivos humanitarios, sino porque ponía en grave riesgo la viabilidad del sistema de explotación colonial. Se trató de evitar su desmoronamiento con medidas puntuales. El 20 de noviembre de 1580 se ordenó investigar si el vecino de México Juan de los Ríos ejercía la escribanía pública de Texcoco y el 4 de junio de 1582 se aprobó la unificación de corregimientos y alcaldías mayores de pueblos de indios que habían padecido merma de población por las epidemias. Aunque en el siglo XVII se detuvo la caída demográfica de los amerindios, prosiguió su explotación por otros medios. La obra de Juan Bautista de Pomar expresó las contradicciones de este mundo nacido de la conquista.