ENEMIGOS DE ROMA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

25.11.2021 08:31

               

                Roma ha sido uno de los grandes imperios de la Historia, sobreviviendo a múltiples adversidades y pasando por distintas etapas. Sus enemigos fueron numerosos, y algunos tan enconados como temibles, muy capaces de conseguir cualquier cosa.

                Los celtas abatieron a los romanos en el 390 antes de Jesucristo y saquearon la ciudad. Los samnitas los combatieron con dureza entre el 343 y el 290. Los romanos superaron tales adversidades con gran tesón y enormes dosis de organización militar. Sin embargo, distaron de ser las únicas pruebas de su fortaleza.

                Roma se las tuvo que ver con destacados generales de los tiempos helenísticos, como Pirro, el inteligente rey de Epiro que empleó elefantes contra las tropas romanas. Buen táctico y prudente diplomático en el complicado Sur de la península Itálica, en el -274 abandonó su empeño ante la resistencia de sus oponentes, igualmente mostrada frente al cartaginés Aníbal, cuyo paso de los Alpes quedó en los anales de la Historia. Estuvo a punto de entrar en la misma Roma, lo que quizá hubiera cambiado el curso histórico, pero al final fue vencido y su Cartago finalmente aniquilada.

                A medida que los romanos ampliaban sus dominios, se las tuvieron que ver con adversarios decididos, como Viriato entre el 147 y 139 antes de Jesucristo, un hábil táctico que desgastó a las fuerzas romanas hasta que fue traicioneramente asesinado. Ante Numancia, vencida en el -133, Roma se estrelló en varias ocasiones.

                El hábil rey de los númidas Yugurta supo sacar provecho de las contradicciones y corruptelas de la República romana, que conocía bien. Entre el 112 y el 105 se emprendió una costosa guerra para doblegar a aquel viejo aliado de los romanos.

                El rey Mitrídates del Ponto perturbó notablemente el poder romano en el oriente mediterráneo, acometiendo en el -88 una gran matanza de romanos. Su derrota en el -65 allanó considerablemente las cosas para Roma.

                Los enemigos no solamente fueron externos, sino también internos, surgidos de las tensiones sociales, como fue el caso de Espartaco, el gladiador que acaudilló entre el 73 y el 71 antes de Jesucristo una gran rebelión de esclavos, evocada hasta nuestros días de diferentes maneras.

                Superadas las guerras civiles, y establecido el Principado, Roma aparecía exultante, con escasas amenazas a su poder. En la península Ibérica había acabado con la resistencia cántabra, pero en el 9 de nuestra Era encajó la derrota de los bosques de Teutoburgo a manos de una coalición de pueblos germanos, dirigidos por Arminio, que tenía la ciudadanía romana y que con el tiempo se convertiría en un mito del nacionalismo alemán. Lo cierto es que, más allá del resultado de aquella batalla, el dominio romano sobre Germania no progresó.

                En Britania, el poder romano se las tuvo que ver en el 60 con la rebelión encabezada por la reina Boudica. La resistencia britana fue ahogada a sangre y fuego.

                En el este, el renovado imperio persa se convirtió en un correoso rival del romano. El persa Sapor I apresó al romano Valeriano en el 259: una notable humillación para Roma. Aquél llegó a conquistar Armenia y saquear Antioquía antes de ser frenado en el Asia Menor.

                Los grandes desplazamientos de los pueblos germanos ocasionaron serios trastornos a los romanos, vencidos en la batalla de Adrianópolis del 378. El visigodo Alarico saqueó la misma Roma en el 410. La Ciudad Eterna parecía perecedera.

                En el atribulado siglo V, el huno Atila (evocador de temibles imágenes) atacó al poder romano en el 451 en las Galias y en Italia en el 452. Terminó también vencido y su poder desvanecido, pero esta vez la Roma occidental terminaría cediendo por sus problemas internos, quizá sus peores enemigos.