EN EL CAMINO DE LAS INDIAS, CANARIAS.

20.05.2018 10:44

                Los castellanos medievales, del Norte del Duero a las Canarias.

                En el siglo XIII los europeos ampliaron sus horizontes geográficos hacia el Este y el Oeste, desde el imperio de los mongoles a las Canarias, archipiélago en el que buscarían satisfacer ambiciones señoriales y comerciales. Los caballeros normandos que rindieron homenaje a Enrique III, y los castellanos que prosiguieron su empeño trataron de tallarse dominios ultramarinos a su medida. Los monarcas de Castilla lograron finalmente imponerse sobre los mismos y ver reconocida su pretensión de control por los de Portugal. Cronistas como Francisco López de Gómara ya contemplaron las Canarias como la antesala de las Indias, una tendencia que también ha seguido Alfred W. Crosby en su estudio sobre el imperialismo ecológico que acompañó a la expansión occidental desde las Cruzadas.

                Hacia 1485 doña Isabel y don Fernando, entonces enfrascados en la conquista de Granada, ostentaron el título de reyes de la Gran Canaria con todas sus islas. Los territorios se integrarían en la Corona de Castilla, dependiendo al final de la Real Chancillería granadina. Tendrían su propio adelantado y su notario mayor. Figuras como Alonso Fernández de Lugo ejercieron en Tenerife y La Palma como gobernadores, sometidos al final al juicio de residencia al finalizar su mandato.

                La vida municipal de raigambre castellana también se extendió por el archipiélago, y sus concejos o cabildos llegaron a veces a abarcar el área de una isla. Aunque al comienzo se difundieron los fueros sevillanos, aptos para la vida mercantil, los de Granada terminaron imponiéndose a partir de 1494. El señorío estuvo bien presente, como consecuencia de los hechos de la conquista, en Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro.

                Consciente de su importancia, la Corona estimuló la colonización de las Canarias con incentivos fiscales, como no cobrar la alcabala sobre las compraventas o reducir al 3% el montante del almojarifazgo. Con independencia de sus posibilidades pesqueras, fue el cultivo de la caña de azúcar, especialmente en Gran Canaria, el que estimuló los primeros pasos de la nueva sociedad. Procedente de Madeira, se benefició de los recursos forestales del archipiélago a modo de combustible, de la financiación de los hombres de negocios genoveses y de la recepción en los mercados de los Países Bajos y otros puntos de Europa. El comercio azucarero aportó los activos necesarios para comprar todo tipo de objetos y productos.

                Hacia 1525, con los españoles ya asentados en la meseta mexicana, las Canarias estaban pobladas por más de 20.000 habitantes. Muchos eran de procedencia peninsular, concretamente de Andalucía, Extremadura y Galicia, lo que reflejaba una tendencia que en parte se cumpliría con la conquista y la colonización americana. De los antiguos habitantes, los guanches, quedaron núcleos de población sometida, especialmente en La Gomera. Algunos fueron empleados como pastores. Su brava resistencia, minada por enfermedades según el citado Crosby, no impidió que algunos de sus grupos se avinieran a pactar con los conquistadores, que los consideraron de paz según unos términos legales desarrollados en sus enfrentamientos con los musulmanes.

                Lejos quedaban los tiempos en los que su sociedad neolítica llegó a contar con cerca de 30.000 personas, allá por el siglo XIV, cuando las depredaciones esclavistas comenzaron a menguar su población. Tenerife llegó a recibir guanches de otra procedencia insular, aunque muchos terminaron sus días en varios puntos de Europa, como en la ciudad de Valencia. La reina Isabel al final intentó poner coto a tal tráfico, pero el mundo de los guanches había sido quebrantado por la conquista y la colonización subsiguiente. A las islas comenzaron a afluir esclavos procedentes de África, como sucedería en las Américas a una escala mucho mayor. Entre 1290 y 1500 el destino de Canarias había dado un vuelco completo.

                Víctor Manuel Galán Tendero.