ELLIOTT, UN PRIMER MINISTRO DE LA HISTORIA DE ESPAÑA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La España imperial ha sido, por derecho propio, uno de los libros iniciáticos de historia de las personas de unas cuantas generaciones. Era un bosquejo bien trazado y preciso, que no obviaba los problemas, pero no caía en la denigración de la España negra. Recogía el testimonio del maestro Vicens Vives, y establecía todo un programa de trabajo para toda una vida de estudio. Su autor era John H. Elliott, un hispanista que ha marcado época y que nos termina de abandonar.
Resumir toda una vida dedicada al estudio de la compleja España de los Austrias resulta discutible, máxime cuando se han tocado tantos puntos. Elliott resulta fundamental, muy básicamente, por varias razones.
El carácter compuesto y complejo de la España de los Austrias está en el corazón de su trabajo, particularmente la Cataluña que terminó enfrentándose a Felipe IV y su valido Olivares. Su documentado estudio sobre la revolta supuso un antes y un después en el tema.
Adentrarse en el conflictivo 1640 le llevó a interesarse por el conde-duque de Olivares, una figura tan compleja como fascinante. Completó lo apuntado por el doctor Marañón en su día y abrió nuevos campos de reflexión, como el del temperamento no revolucionario de la sociedad castellana del siglo XVII. Asimismo, volvió a plantear si Olivares no fue otra cosa que un reformista frustrado, cuyo impulso no se reemprendería hasta el XVIII.
No se olvidó Elliott de la dimensión americana del imperio español, con complejidades propias y compartidas. Su comparación con el imperio inglés logró celebridad, pues nunca olvidó que las Españas formaban parte de un mundo mucho más amplio, algo que también aplicó a sus responsables, como cuando puso frente a frente a Olivares y a Richelieu. Tal proceder ha dado óptimos frutos en la historiografía posterior.
El historiador que frecuentó con rigor documental a los poderosos no dejó al margen su imagen artística, con la colaboración de Jonathan Brown, demostrando que el poder no estaba reñido con una estudiada sencillez.
Elliott también supo aunar la fuerza de su saber con la sencillez de su exposición, elegante y atractiva. Hemos perdido a uno de los grandes ministros de nuestra historia.