EL VALÍ DE BAEZA PACTA CON FERNANDO III.
“Al año siguiente, era MCCLXIII (1225), nuestro rey (Fernando III) volvió a Castilla, y después de pagar generosamente a sus soldados, reunió un gran y fuerte ejército y, alrededor de la fiesta de San Juan, en el tiempo que suelen los reyes salir al combate, pasó con rapidez el puerto de Muradal. Le salió allí al encuentro el rey de Baeza (Abd Allah ibn Muhammad Al-Bayyasi) y se hizo su vasallo él en persona y sus hijos, y se le unió de forma inseparable y hasta la muerte.
“Levantan los campamentos y avanzan, dirigiendo los rápidos ejércitos hacia Jaén, devastando el territorio de alrededor excepto el que era del dominio del rey de Baeza. Acercándose a la noble y conocida ciudad de Jaén, la asediaron y expugnaron durante muchos días, y retuvieron cercados a todos los que estaban en la villa, devastando huertos, viñas, árboles y mieses. La faz de aquella noble ciudad, floreciente y vigorosa, se ennegreció como el carbón; la tierra se marchitó, los campos languidecieron. Cayó, cayó su gloria primera.
“Viendo el rey y los que con él estaban que no podrían tomarla por la fuerza, ya que era fortísima y muy defendida por la naturaleza y el ingenio, levantaron de allí los campamentos hacia otras villas, a saber Priego y Loja, a las que tomaron por la fuerza, las expoliaron de todos los bienes, mataron muchos miles de moros e hicieron muchos cautivos. Y así se dirigieron los campamentos hacia la nobilísima ciudad de Granada.
“Hallaron cierta villa, grande y fuerte pero desprovista de hombres por temor al rey y a su ejército, en la que encontraron mucha provisión de víveres y algunas otras cosas. Al salir de allí, la dejaron casi completamente desolada.
“Acercándose a la ciudad de Granada, no infirieron muchos males a la ciudad. Pues considerando que las vituallas eran deficientes, determinaron volver por otro camino a tierra de cristianos, dejando desolado todo el territorio.
“Pasando por delante de Jaén, si algo había quedado en aquellas tierras intacto, lo destruyeron y así llegaron al río Betis, que con nombre arábigo se llama Guadalquivir.
“Partiendo de aquel lugar todo el pueblo hacia su tierra, se quedó el rey con los nobles, los magnates y con otros soldados, y entonces el rey de Baeza, según el pacto que con nuestro rey había firmado, le entregó el noble y bien defendido por la naturaleza castillo de Martos, Jaén y Andújar y algunos otros castillos menores. Pues por el pacto estaba obligado a entregar a nuestro rey todas las fortificaciones que él quisiera recibir y dejar en tierras de moros las que el rey de Baeza pudiera retener.
“Entonces Alvar Pérez, noble joven hijo de Pedro Fernández, que ya se había apartado de la amistad con los moros, se hizo vasallo de nuestro rey y recibió los citados castillos de manos del rey, y los retuvo y defendió posteriormente largo tiempo con fidelidad y fuerza.
“Permaneció además por aquel tiempo en aquella frontera el maestre y los hermanos de Calatrava y los hermanos de Uclés y otros varios nobles, todos los cuales inferían mucho daño a los sarracenos junto con el rey de Baeza, al cual se unían ya muchos soldados, que se decían alavares. Dispuestas así las cosas, nuestro rey con gozo y gran gloria volvió a Toledo junto a su madre y esposa, que entonces vivían allí.
“El citado maestre con sus hermanos y el comendador y sus hermanos, Alvar Pérez y Rodrigo Rodríguez con sus soldados descendieron hacia las tierras hispalenses y allí se enfrentaron con el ejército del rey de Sevilla, que reinaba allí en nombre de Almiramolelín (Al-Adil), y los vencieron e hicieron huir del campo, dejando muertos muchos moros en la batalla.
“Entonces casi todas las villas y castillos, que hay entre Córdoba y Sevilla, se volvieron al rey de Baeza y lo aceptaron como señor.
“Finalmente Córdoba, noble y famosa ciudad, lo recibió como rey y se sometió a su dominio, después de capturar y poner en cadenas a su propio rey, hermano (Abu l-Ula), a saber, del rey de Sevilla.”
Crónica latina de los reyes de Castilla. Edición de Luis Charlo Brea, Cádiz, 1984, pp. 66-68.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.