EL SOLDADO DE NÁPOLES O LA MORTÍFERA GRIPE DEL 18.
Este pasado 11 de noviembre se cumplían los cien años del armisticio que puso fin oficial a los combates de la Gran Guerra. El mundo lo recordó dichoso con razón, pues unos diecisiete millones de personas perdieron la vida en aquella contienda. Sin embargo, otra catástrofe segó la vida humana, la llamada gripe española, que entre marzo de 1918 a marzo de 1920 aniquiló de cincuenta a cien millones de personas, según los cálculos. Precisamente de agosto a noviembre del 18 se expandió con virulencia, tal como nos recuerda Laura Spinney en El jinete pálido. 1918: la epidemia que cambió el mundo (Crítica, 2018).
Escrita con agilidad y precisión, la obra se lee con el mismo gusto con el que se visiona un buen documental. No nos encontramos ante un cuadro clínico accesible a un grupo de especialistas, ni ante una recopilación de datos estadísticos, sino ante una verdadera historia social de la enfermedad que tiene la virtud de atender distintos casos particulares. Resulta muy gratificante comprobar cómo en la narración se habla de Nueva York u Odesa, pero también de Zamora, entre otros puntos, lo que viene a demostrar una vez más que la historia local no es algo menor ni intrascendente, especialmente cuando se elabora con método científico.
Las conclusiones de Spinney son muy claras. La Humanidad se ha encontrado desde tiempos pasados expuesta a la enfermedad, y su triunfo en el plano demográfico se ha visto cruelmente acompañado de la difusión de enfermedades como la gripe. No siempre las personas hemos contemplado con criterios científicos el mal que nos diezmaba, y en el mundo que ya disponía de aviones y automóviles no pocos lo consideraron un castigo divino, una maldición, mucho más allá de las comunidades africanas sometidas al colonialismo. No en vano algunos intentos para combatirla eran veteranos, como el de la cuarentena. Las reacciones humanas ante los fallecimientos causados por gripe, verdaderamente espantosos, también recuerdan tiempos pasados marcados por el miedo, aunque algunos aceptaron el martirio de cuidar de los enfermos. Algunos afectados se suicidaron. Con trabajo enorme, la medicina sacó sus propias conclusiones en un mundo trastornado por la epidemia de gripe. La autora compara sus virulentas consecuencias con las de la Gran Guerra: familias rotas, personas desmoralizadas. La verdadera generación perdida, según ella, no fue la de los jóvenes que murieron en combate, sino la de las criaturas que no nacieron.
Deja bien claro Spinney que la gripe no surgió en España. De española tuvo poco a este respecto. Sin embargo, en nuestro país no se dio una censura de prensa comparable a la de otros embarcados en la Gran Guerra, con lo que no se silenciaron los casos de afectados. Entre nosotros se le llamó el soldado de Nápoles, por la popular zarzuela La canción del olvido, estrenada en el Teatro Lírico de Valencia el 17 de noviembre de 1916 y el 1 de marzo de 1918 en el Teatro de la Zarzuela de Madrid.
En esta humanísima historia del soldado de Nápoles, con sus nombres y apellidos, se advierte de la necesidad de disponer de cuadros médicos sólidos, con pautas de actuación e incentivos suficientes, además de recordar nuestra exposición a futuras epidemias. Una vez más, la historia puede ser maestra de la vida.
Víctor Manuel Galán Tendero.