EL SEMINARIO DE MONCADA. Por el Grupo de estudios históricos del IES 1 de Requena.

15.01.2015 16:17

El origen de los seminarios.

    Después de la sociedad creada por los llamados por Jesús, se comenzaron a crear los primeros seminarios en torno a las primitivas comunidades cristianas. A los encargados de mantener estas comunidades se les encargaba el aprendizaje de los seminaristas y futuros curas. Eran los presbíteros (los ancianos) quienes se encargaban gracias a su experiencia de convocar al Espíritu Santo para que consagrara a los elegidos. En la primera carta de Pedro, vemos como da instrucciones a los miembros de las comunidades: “Vosotros jóvenes, vivid sumisos a los ancianos. Revestíos todos mutuamente de humildad, como servidores unos de los otros; porque Dios se afrenta a los soberbios, pero da su gracia a los humildes” (I Pedro, 5)”.

    Con el paso de los siglos y las muchas experiencias vividas con esta organización, finalmente es el Obispo quien se encargará de la formación de los Llamados. Con el tiempo y el rápido aumento de los seminaristas o elegidos se empezaron a crear casas para la formación de estos. Y esto es lo que conocemos hoy en día como seminario.

    Al principio los seminarios no estaban  rigurosamente institucionalizados. Los llevaba el obispo y organizaba a pequeños grupos de jóvenes con vocación religiosa. Se les enseñaba en espíritu de unidad y de comunión.

    En estos momentos el monje se convirtió en un ideal para el clero. San Eusebio de Vercelli intentó armonizar la vida eclesiástica y la vida monástica, siendo el ejemplo a seguir de San Ambrosio y San Agustín  durante su estancia en Milán.

    En la época carolingia surgieron en las catedrales y en los monasterios escuelas para los  futuros sacerdotes, religiosos y laicos cultos. Desde el siglo XI empiezan a formarse programas de estudios más ordenados y estructurados, como los canónigos regulares, que aceptaron encargarse del clero diocesano.

    En los siglos XII y XIII, con el perfeccionamiento de los estudios universitarios, mejoró algo el aprendizaje del clero. Aun así, seguían vivos los problemas en los clérigos que no tenían posibilidades de asistir a la Universidad. Para ayudarles se formaron los colegios pretridentinos. Ejemplar fue el colegio Caprinaca fundado por el Cardenal Domenico en 1457.

    El verdadero giro en el  desarrollo de los seminarios como lugares de formación del clero se produjo a mediados del siglo XVI. San Carlos Borromeo fundó su seminario en Milán y surgían otros pequeños seminarios como Rieti, Larino, Camerino y Montepulciano. El Papa Pio IV  fundó en 1565 el Seminario Romano que confió también a los jesuitas. Los propósitos eran tres: piedad, estudio y disciplina eclesiástica.

    Además de la aportación educativa de los jesuitas, se afirmaron otras espiritualidades y se crearon también colegios para estudiantes extranjeros. Sixto V creó una Congregación para  vigilar los criterios de formación y para aclarar la capacidad de los candidatos. Los seminarios de los religiosos se estructuraron también de la misma manera e Inocencio XI le dio un verdadero reglamento. Benedicto XIII impuso oficialmente una congregación de los estudios para aplicar el espíritu conciliar en los seminarios. También determinó  una visita apostólica a los seminarios para cerciorarse de que todo marchase bien.

    Hasta la llegada de la revolución de los seminarios tridentinos no sólo se dedicaban de futuros sacerdotes, sino también a formar a los nobles que ocuparían importantes puestos en la sociedad civil. La supresión temporal de la Compañía de Jesús en 1773 anuncia nuevos tiempos. Los seminarios se separan de la vida civil, incluso hasta geográficamente, al mismo tiempo que la disciplina se hacía más rígida por los jansenistas.

    Ante todas estas situaciones aparecieron figuras destacadas: Cafasso, San Juan Bosco o el beato Manuel Domingo. Se fundó la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos que se dedicaba al fomento, sustento y formación de los cleros diocesanos españoles y americanos.

    Algunos  documentos como Aeterni Patris de 1879 y Providentissimus Deus de 1893 sobre la filosofía y el estudio bíblico volvieron a tener presencia en la formación cultural para los futuros sacerdotes. A continuación Pio XII fundó la Obra pontificia para las vocaciones eclesiásticas el Cum Nobis del 4-11-1941, cuyos objetivos eran promover el nacimiento y el desarrollo de las iglesias locales de obras de las vocaciones diocesanas que eran prácticamente autónomas. Mediante la aplicación de la Menti nostrae, Pio XII logró estabilizar la legislación canónica en materia seminarística.

    No obstante en los años cincuenta empezaron a plantearse una serie de nuevas necesidades y nuevos problemas, que replantearon el itinerario formativo de los futuros sacerdotes. Estos temas finalizaron en los debates conciliares y determinaron algunas de sus conclusiones.

                                            

    El seminario de Moncada hasta fines del siglo XIX.

    El Concilio de Trento, para lograr la buena preparación de los futuros sacerdotes, propuso la creación de casas para la formación de los llamados por Jesús a ser sacerdotes. En la Diócesis de Valencia se anticiparon a estos seminarios los Arzobispos Santo Tomás de Villanueva y San Juan de Ribera, que promovieron la formación de los candidatos al sacerdocio fundando dos colegios para que residieran los futuros sacerdotes. Estos colegios-seminarios contaban con una formación humanista, intelectual y espiritual adecuada para llegar a ser sacerdote. En nuestros días, algunos aún siguen en funcionamiento.

    En 1769 el Arzobispo Andrés Mayoral consiguió que el rey Carlos III firmara una Real Cédula autorizando la fundación del Seminario Conciliar, cuya sede se ubicaría en el edificio de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, que estaba deshabitada por la ex Arzobispo Francisco Fabián y Fuero lo llevó a cabo.

     Aunque esto no sería una realidad hasta el año 1790. En esta época el primer Rector  (el entonces Obispo Auxiliar D. Melchor Serrano), y la primera promoción del nuevo Seminario (que estuvo integrada por veinte seminaristas, que ingresaron el 4 de noviembre de 1790 y el día 8 de diciembre), celebraron la primera Fiesta de la Inmaculada como Patrona del Seminario, que todavía seguimos celebrando. El 1 de Enero de 1791 se formaron las primeras órdenes sagradas en la Iglesia del Seminario, ante la venerada Inmaculada de Juan de Juanes.

    A principios del siglo XIX los acontecimientos políticos hicieron que se suspendieran los estudios de Teología de la Universidad de Valencia, hecho que fue mal recibido por la sociedad valenciana. La Santa Sede promovió una reestructuración de los estudios eclesiásticos y la aplicación de un nuevo plan de estudios que se dividió en tres períodos: primero, las humanidades clásicas y la filosofía, el segundo, la teología, y el tercero, el derecho canónico. A pesar de los inconvenientes que tuvo la aplicación de este plan, se elevó el nivel intelectual del clero y creció el prestigio del Seminario de Valencia.

    El número de seminaristas de Valencia era entonces el más alto de todos los seminarios, según la Guía del estado eclesiástico: 1.260 alumnos en el curso 1867-1868, detrás del seminario de Valencia se encontraban el de Vich con 1.125 y el de Pamplona con 729 seminaristas. De este modo, al ir aumentando el número de alumnos (en el curso 1891-92 alcanzó la cifra de 1.300 seminaristas) fue necesario acondicionar una amplia dependencia en la calle Trinitarios de Valencia. Además, mosén Sol había fundado el Colegio de vocaciones eclesiásticas de San José, en la calle Alboraya, que albergaba cerca de 300 seminaristas.

    En 1892 se compró la casa señorial contigua al Seminario, situada entre éste y la Iglesia del Salvador (actual Residencia Sacerdotal Venerable Agnesio) que había sido Palacio del Conde de Cirat, y que fue reformado exteriormente a fin de igualar su fachada con la del seminario. A partir de entonces, este nuevo edificio fue destinado a filósofos y latinos y el anterior a teólogos y canonistas.

    El final de siglo conoció una etapa de decadencia en el número de seminaristas y de su preparación académica y espiritual. El Arzobispo Sancha adoptó las medidas necesarias para remediar tal situación, renovando el plan de estudios y el régimen interno del Seminario.

    El 14 de noviembre de 1896 León XIII aprobó la erección canónica de las tres facultades (Filosofía, Teología y Derecho Canónico) de la Universidad Pontificia de Valencia, y la solemne inauguración tuvo lugar el 13 de marzo de 1897, de tal manera que los seminaristas del Seminario Conciliar Central realizaban sus estudios en la Universidad Pontificia. Los Arzobispos Victoriano Guisasola, José Salvador y Barrera, y el Cardenal Reig, promovieron en el Seminario las medidas para mejorar la preparación de los sacerdotes.

    El siglo XX en el Seminario.

    En 1920 se convierte en rector D. Nicolás David y en arzobispo de Valencia el Cardenal Enrique Reig y Casanova; con el nuevo rector se inicia un periodo fecundo del seminario. En 1928, bajo el mandato del nuevo arzobispo D. Prudencio Melo, se funda en el seminario el secretariado Diocesano de Misiones, con el fin de administrar y organizar las obras misionales pontificias, y desde el seminario se edita la Hoja de Misiones, que se reparte a las parroquias.

    A partir de 1931 es nombrado rector el obispo auxiliar D. Francisco Javier Lauzurica Torralba, y una de sus primeras decisiones fue la creación del Seminario Menor, que quedó instalado en el edificio del antiguo colegio de vocaciones eclesiásticas de San José, en la calle Alboraya y al que pasaron los seminaristas de humanidades, quedando los dos edificios de la calle Trinitarios únicamente para los filósofos y teólogos.

    Durante el curso 1933-34 se efectuó la Visita Apostólica al Seminario Conciliar, en la Calle Trinitarios, y fue el Visitador Apostólico el Padre D. Marcelino Olaechea, que más tarde sería nombrado Arzobispo de Valencia. Fruto de esta Visita, el Arzobispo D. Prudencio Melo se propuso elevar el nivel de estudios teológicos y mantener el nivel de la vida espiritual del Seminario.

    Al estallar la Guerra Civil en 1936, el edificio del Seminario fue saqueado y tuvo que ser desalojado. En tiempo de guerra sirvió para los más variados destinos, entre ellos el de cárcel o de almacén de artillería. Los seminaristas tuvieron que regresar a sus casas, y el seminario se cerró. Una vez terminada la persecución religiosa se volvió a abrir el seminario, que estaba en ruinas. Es entonces cuando empieza a forjarse la idea de un nuevo seminario en Moncada.

    Grupo de estudios históricos del IES 1 de Requena.

    Joel Dios Ortega, Ángela García López, Marta Gómez Berlanga, Patricia Letterer Ramos, Salomé Pérez-Salas Latorre y Miguel Sahuquillo Ejarque.