EL PRIMER FRANQUISMO: LA II GUERRA MUNDIAL Y LA AUTARQUÍA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

31.01.2021 12:28

               

                Bajo el signo de la represión.

                En el verano de 1939, España era un país convaleciente de una destructiva guerra, con medio millón de viviendas destruidas, sin un ápice de reconciliación. El régimen de Franco distinguía entre los buenos y los malos españoles, a los que responsabilizaba de todos los males de la patria. Se ensalzó la familia tradicional y se relegó a las mujeres de la vida laboral. De 25.757.237 españoles, unos 270.000 se encontraban encarcelados en unas condiciones deplorables y todavía en 1950 permanecían en aquella situación unos 30.000.

                Se ejerció una severa censura en los medios de comunicación y de la cultura, como el cine. Con carácter retroactivo se aplicaron leyes como la de Responsabilidades Políticas (1939) o la de Represión contra la Masonería y el Comunismo (1941). Para honrar a los caídos del Alzamiento se erigió el conjunto monumental del Valle de los Caídos, cuyas obras se iniciaron en 1940. En 1957 se abrió a todos los caídos en la Guerra.

                Las victorias alemanas al comienzo de la II Guerra Mundial.

                El 1 de septiembre de 1939  Hitler invadió Polonia, devorada en apenas un mes, y Franco proclamó entonces su neutralidad, aunque el 27 de marzo anterior se había adherido al pacto Anti-Komintern con Alemania, Italia y Japón.

                En plena ofensiva alemana contra Francia, Italia entró en la guerra el 10 de junio de 1940 y el 13 del mismo mes, a punto de irrumpir los alemanes en París, la España de Franco se declaró no beligerante, expresando sus simpatías por el Eje sin entrar todavía en guerra. Al día siguiente, las tropas españolas ocuparon la ciudad internacional de Tánger, permitiendo el espionaje alemán en el Estrecho.

                La posible entrada de España en guerra.

                Entre julio y octubre de 1940 se libró la decisiva batalla de Inglaterra y Franco permitió que los aviones y los submarinos alemanes repostaran en España. Ante la resistencia británica, los alemanes proyectaron la toma de Gibraltar, cruzando sus unidades el territorio peninsular, en la llamada Operación Félix.

                Franco exigió una notable ampliación del dominio español en el África del Norte, a costa de la Francia de Vichy, y una gran cantidad de suministros militares y alimentarios. Para preparar la entrevista entre Franco y Hitler, Himmler visitó Madrid, donde revisó la organización de la Gestapo en España. Más tarde, en una segunda visita relámpago, el segundo de Hitler buscaría evidencias en el monasterio de Monserrat del Santo Grial, el de la sangre aria según su particular criterio.

                Cerca de 10.000 españoles contrarios a Franco terminaron en los campos de concentración nazis y el austriaco de Mauthausen fue conocido como el de los españoles. El presidente de la Generalitat Companys fue detenido en la Francia ocupada y entregado a las autoridades franquistas, fusilándolo en Montjuic el 15 de octubre de 1940.

                El 23 de octubre de 1940 tuvo lugar aquella entrevista en la estación francesa de Hendaya, donde no hubo sintonía personal entre ambos dictadores. Con todo, Franco firmó el pacto Tripartito con Alemania, Italia y Japón, comprometiéndose a declarar la guerra a los aliados cuando recibiera las armas y los alimentos necesarios. Además, la agencia EFE serviría a la propaganda nazi en Iberoamérica.

                Algunos miembros del PNV llegaron a negociar con los alemanes la independencia vasca dentro de la Europa de Hitler. Ciertos nazis sintieron fascinación por el ancestral pueblo vasco. Otros peneuvistas, en cambio, sirvieron a los Estados Unidos en el Pacífico contra los japoneses, emitiendo mensajes en euskera.

                La invasión de la URSS y la División Azul.

                La Operación Félix fue demorándose ante la marcha de la guerra en el Norte de África, adversa a Mussolini, y el 22 de junio de 1941 Hitler invadió la URSS, un deseo largamente esperado. En España el ministro de Exteriores Serrano Suñer clamó “¡Rusia es culpable!” y se abrieron los centros de reclutamiento para los que quisieran ir a combatir allí.

                En la División Azul los militares exigieron que la mitad de los oficiales y suboficiales fueran profesionales del Ejército y el resto falangistas. Al no presentarse suficientes voluntarios de los primeros, algunos oficiales fueron obligados a alistarse. Llegó a contar aquella unidad con 47.000 soldados, bajo el mando del general Muñoz Grandes. Sufrió unas 4.000 bajas y combatió en el frente de Leningrado.

                Tal maniobra permitió a Franco desviar la atención sobre Gibraltar, pero los británicos llegaron a considerar la conquista de Canarias, estratégicas para sus rutas navales de abastecimiento.

                En febrero de 1942 Franco suscribió con el portugués Salazar el Bloque Ibérico como medio de aproximación a Gran Bretaña, que luchaba junto a los Estados Unidos tras Pearl Harbor. Washington había cerrado el aprovisionamiento de petróleo a España.  

                La fascistización del régimen y sus frenos.

                Un decidido partidario de asimilar el régimen de Franco con las dictaduras fascistas fue Serrano Suñer, el Cuñadísimo, que alentó el nacional-sindicalismo y la expansión del Sindicato Español Universitario.

                 Otros grupos del régimen se opusieron al predominio falangista y en agosto de 1942 el tradicionalista general Varela, ministro del Ejército, sufrió un fallido atentado falangista en Begoña.

                En noviembre de 1942 desembarcaron fuerzas estadounidenses y británicas en el África del Norte, considerando un posible contraataque alemán a través de la Península. Los españoles venían informando puntualmente a sus aliados alemanes de los movimientos contrarios en el Estrecho, pero éstos centraron sus fuerzas en territorio tunecino. Generales como Girón eran partidarios de entrar en guerra, pero al final se impuso el criterio del anglófilo general Gómez-Jordana, que había desplazado en el ministerio de Exteriores a Serrano Suñer tras los sucesos de Begoña.

                El 17 de julio del 42 se había aprobado la Ley Constitutiva de las Cortes, que en el mejor de los casos tendrían un mero carácter consultivo. Se convertiría en la segunda de las Leyes Fundamentales del franquismo.

                Nueva vuelta a la neutralidad forzada.

                Tras el desembarco aliado en Casablanca, Roosevelt advirtió a Franco que nada tenía que temer si mantenía la neutralidad, que permitió que los aliados abrieran consulados en Tánger y Ceuta.

                En julio del 43 cayó Mussolini: la sombra del fin del fascismo planeó sobre la dictadura española. Franco tuvo que encarar el 8 de septiembre del 43 la petición de ocho de los doce tenientes generales a favor de la restauración de la monarquía en Juan de Borbón.

                En noviembre Franco retiró la División Azul. Unos 400 españoles permanecieron junto a los alemanes y pasaron a las SS, formando con franceses fascistas la Legión Carlomagno. Entre los últimos defensores del búnker de la cancillería de Hitler se encontraron algunos de aquéllos.

                La retirada de la División Azul no cortó la exportación española al III Reich de wolframio, esencial para endurecer el acero de los tanques. Los aliados protestaron y en abril de 1944 España acordó con Estados Unidos y Gran Bretaña suspenderla, no sin grandes discrepancias internas.

                La España de Franco escapa de la Liberación de Europa.

                El 6 de junio de 1944 comenzó el desembarco de Normandía, en el que desempeñó un importante papel el espía Joan Pujol en el engaño a los alemanes sobre el punto exacto de la operación. ¿Se abría una esperanza para los republicanos derrotados?

                Ya el 24 de mayo anterior Churchill les había arrojado un cubo de agua fría al tratar a Franco consideradamente en la Cámara de los Comunes. En agosto los españoles republicanos estuvieron en las vanguardias que liberaron París, que Hitler había ordenado arrasar a la retirada.

                La Unión Nacional, muy influida por los comunistas, lanzó en octubre la invasión del valle de Arán con 6.000 guerrilleros, que no prosperó ni alentó un levantamiento generalizado. El PCE liquidó a sus responsables y Stalin no quiso tener complicaciones con la nueva Francia de Charles De Gaulle, que reconoció a la España de Franco.

                El nuevo orden mundial en ciernes.

                El resultado de la guerra en Europa era inapelable y Franco buscó un gesto para congraciarse con los que iban a cantar victoria. Durante la gran batalla de Manila de marzo-abril de 1945, los japoneses perpetraron una gran matanza en el consulado español, donde se habían refugiado muchas personas. Varias iglesias de la época española fueron también brutalmente arrasadas por los enfurecidos nipones y Franco llegó a plantear la declaración de guerra al Imperio del Sol Naciente.

                Entre el 17 de julio y el 2 de agosto los Tres Grandes (USA, Gran Bretaña y URSS) se reunieron en la conferencia de Potsdam y rechazaron el ingreso de España en la nueva ONU por sus vínculos por el Eje. Sin embargo, la desconfianza anglo-estadounidense hacia Stalin evitó tomar otras determinaciones, favorables a la intervención.

                En agosto las Cortes republicanas se reunieron en sesión especial en Ciudad de México, con exclusión de los comunistas y de los seguidores de Negrín. De nada sirvió, mientras en España se formaba la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas, ante el fusilamiento de varios guerrilleros que habían participado en la liberación de Francia.

                La alternativa de los monárquicos.

                El 19 de marzo del 45 Juan de Borbón declaró en el manifiesto de Lausana que el régimen de Franco comprometía el porvenir nacional por sus vínculos con el Eje y en febrero del 46 se trasladó a Estoril, cerca de Lisboa, donde gozó de una cálida acogida por personas de las altas esferas que habían secundado a Franco, cuyo porvenir se veía muy incierto.

                Las maniobras de supervivencia de Franco.

                Consciente del atolladero, el dictador procuró suavizar su imagen exterior, marcando diferencias con sus aliados fascistas desde tiempos de la Guerra Civil. Se procuraron eliminar todas las pruebas posibles de tan estrecha relación y muchos negativos del noticiero NO-DO desaparecieron en el incendio de los laboratorios Riera. El saludo fascista con el brazo en alto fue desterrado y se prefirió llamar a la Falange el Movimiento Nacional. Franco acostumbró a aparecer entonces en traje de paisano en los actos oficiales.

                Al frente del ministerio de Exteriores se puso a Alberto Martín Artajo, del sector católico del régimen, cuando los demo-cristianos ganaban fuerza en Italia ante el avance del comunismo.

                Se dotó al régimen de una serie de leyes que le dieran un aire más respetable a ojos liberales. El 17 de julio de 1945 se promulgó la tercera Ley Fundamental, la del Fuero de los Españoles, una carta de libertades muy restrictiva y sin garantías. La Ley de Referéndum Nacional del 22 de octubre, la cuarta, sometía a consulta vigilada los proyectos legales que considerara oportunos el dictador y su círculo.

                El aislamiento internacional del régimen de Franco.

                Tales intentos no resultaron creíbles y el 28 de febrero de 1946 la Francia de la IV República cerró sus fronteras con España. Junto a Gran Bretaña y Estados Unidos, rechazaron al régimen, pero confiaron en que los españoles liberales pudieran lograr la marcha pacífica de Franco y la consecución de la democracia. El temor a reabrir la Guerra Civil era evidente. El general Aranda, el defensor de Oviedo, llegó a ser detenido por su implicación en tal movimiento.

                En la ONU se debatió sancionar a España. Se opusieron USA y Gran Bretaña a tomar determinaciones fuertes, de orden militar o económico, pero el 12 de diciembre del 46 el régimen de Franco terminó condenado en la Asamblea General, Se recomendó la retirada de embajadores.

                En la Plaza de Oriente de Madrid se organizó una gran manifestación de apoyo a Franco ante la injerencia extranjera. La castigada España de la Postguerra solo encontró entonces apoyo en la Argentina peronista, que había acogido a muchos fugitivos nazis. Juan Domingo Perón y su carismática esposa Evita visitaron España en junio del 47, con gran revuelo. A cambio de cereal y carne para una España muerta de hambre, Perón pensaba obtener minerales y motores eléctricos para la industrialización argentina.

                El desafío del maquis.

                Algunos de los participantes en la fallida operación del valle de Arán se unieron con los guerrilleros del interior y la resistencia del maquis llegó a poner en pie hasta 25.000 combatientes en toda España.

                Desde el exterior se animó por parte del PCE la creación de una serie de agrupaciones guerrilleras como la de León-Galicia o de Levante y Aragón, especialmente activa en el área requenense y del interior valenciano.

                En Andalucía tuvieron que movilizarse contra el maquis las fuerzas de los regulares marroquíes. Una de sus más sonadas operaciones fue el asalto de la sede de Falange en Cuatro Caminos de Madrid, matando a su jefe.

                La resistencia antifranquista no logró hacerse con ninguna ciudad de cierta entidad y la población de las áreas rurales tuvo que soportar un elevado coste en un momento de pésimas condiciones económicas, en una extenuante guerra de desgaste. Llegó a ser muy efectiva la contra-partida o contra-guerrilla de la Guardia Civil, que Franco había considerado suprimir como tal al final de la Guerra por la fidelidad a la República de no pocos de sus miembros. Al dictado de la política de Stalin, el PCE dejó de secundar activamente al maquis en 1948. Sus últimas acciones, muy apagadas, llegaron hasta principios de los sesenta. 

                El desastre económico de la autarquía.

                Desde el mismo 1939 se aplicó un modelo económico de raigambre fascista y acusadamente nacionalista, el de la autarquía, que defendía la autosuficiencia económica de una nación. La Alemania nazi la quiso aplicar, lo que impulso el expansionismo de su Espacio vital.

                El Estado era fuertemente intervencionista y el gobierno franquista promulgó en 1939 las leyes de Ordenación Industrial para su Fomento y Defensa. En la de Fomento se dieron créditos y rebajas de impuestos a las empresas que fabricaran productos que hasta el momento se importaban, como fertilizantes y fármacos. En la de Defensa se impusieron elevados aranceles o se prohibió directamente la importación de algunos productos.

                En 1941 se creó el Instituto Nacional de Industria (INI), según el modelo del italiano IRI, para promover industrias consideradas estratégicas, como la automovilística SEAT. Aquel mismo año también se estableció la Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles (RENFE), que de forma monopolística gestionó el transporte de pasajeros y mercancías por tren.

                En este clima floreció el contrabando y el mercado negro, enriqueciéndose algunos negociantes o estraperlistas, no pocos vinculados al propio régimen. Juan March recibió permisos para importar primero el zapato izquierdo de un par y luego el derecho a fin de burlar las prohibiciones. Aquéllos presumieron de automóvil, del “Haiga” estadounidense, y llenaron las noches de Madrid en clubes como el Pasapoga. Algunos historiadores han sostenido que Franco toleró aquella corrupción para comprar voluntades e imponer silencios.

                A los productores de trigo se les subvencionó con un precio de garantía, pretendiéndose evitar las importaciones de países como Canadá y favorecer el apoyo al régimen en territorios como los de Castilla la Vieja, la de las esencias patrias. Los precios de los alimentos se encarecieron y el Estado para pagar tantas subvenciones emitió una enorme cantidad de deuda pública, lo que provocó una enorme inflación.

                Al carecer España de las materias primas necesarias y descender el poder adquisitivo, la industria sufrió una verdadera noche obscura, desplomándose a los niveles de comienzos de los años veinte. Se careció de cemento para ampliar las centrales eléctricas y menudearon restricciones y apagones, que se atribuyeron a la pertinaz sequía. Faltó también la gasolina: se recurrió a los ruinosos coches movidos con gasógenos, perjudiciales para los motores.

                En los planes económicos, la agricultura recibió menor atención y se descapitalizó. Faltaron abonos y maquinaria agrícola en una ruralizada España, cuando todo atisbo de reforma agraria había sido borrado, lo que provocó que la inflación aumentara más.  

                Al no mantenerse neutral durante la II Guerra Mundial, la España de Franco solo comerció fluidamente con los países del Eje, económicamente menos poderosos que los Aliados, y quedó marginada de la gran aportación estadounidense del Plan Marshall de la Postguerra. Truman llegó a considerar asistirla secretamente, en los primeros compases de la Guerra Fría, pero el trato vejatorio de Franco a los protestantes lo disuadió.

                La España aislada abrazó todavía más la autarquía y entre 1948 y 1950 la producción y los salarios se desplomaron dramáticamente. En los años del hambre se hizo famosa la figura de tebeo de Carpanta, la de la triste realidad de muchas personas, la de las cartillas de racionamiento (con tres categorías sociales) y la propaganda de Auxilio Social. Los pobres vendieron sus raciones, los soldados sus chuscos y los campesinos cambiaron sus provisiones en las ciudades por ropas o medicinas. En este ambiente de miseria, se extendió el tifus exantemático, la tuberculosis y la sarna. El escorbuto, casi desaparecido a fines del XVIII, reapareció.

                Los congresos sindicales de la Falange apenas servían de nada para mejorar las condiciones de los trabajadores y en el primer congreso sindical de la Tierra (1948) se postuló como gran solución que los campesinos aceptaran los “paternales consejos (del cura párroco de turno) y que la niñez campesina se eduque en ese sentido de veneración hacia las cosas santas: la misa en la ermita, la Fiesta Mayor, la romería, la tradición…” El falangista Agustín de Foxá apostilló con sorna que España era un obispero.

                La legitimación monárquica y el final del cerco de Postguerra.

                En marzo de 1947 se aprobó la quinta Ley Fundamental, la de la Sucesión de la Jefatura del Estado, que constituía España en reino y a Franco entregaba la potestad de nombrar sucesor como rey o regente. El 7 de abril Juan de Borbón lo rechazó en el manifiesto de Estoril, pero aquélla fue aprobada en Cortes y luego votada en referéndum.

                Con los primeros combates de la Guerra Fría la situación evolucionaría favorablemente al régimen franquista. A inicios del 48 se reabrió la frontera con Francia y a comienzos del 49 se logró un crédito de veinticinco millones de dólares de un banco de USA.

                El 25 de agosto del 48 Juan de Borbón se reunió con Franco, a bordo del yate Azor, en aguas vascas, acordándose que su hijo Juan Carlos se educara en España bajo la tutela del dictador, con la mirada puesta en el futuro. El estallido de la guerra de Corea permitió vender al régimen su anti-comunismo declarado y el 4 de noviembre de 1950 la ONU revocó su anterior decisión sobre España, con la abstención francesa y británica.

                La Guerra Fría permitió que el régimen crecido al calor de las colisiones de la II Guerra Mundial sobreviviera.

                Para saber más.

                José Luis Abellán, De la guerra civil al exilio republicano (1936-1977), Madrid, 1983.

                Julián Casanova (coord.), Morir, matar, sobrevivir: la violencia en la dictadura de Franco, Barcelona, 2004.

                Antonio Gómez Mendoza, De mitos y milagros. El Instituto Nacional de Autarquía, 1941-1963, Barcelona, 2000.

                Dolors Marín, Clandestinos. El maquis contra el franquismo, Barcelona, 2002.

                Stanley G. Payne, Franco: el perfil de la historia, Madrid, 1992.

                Paul Preston, Franco: caudillo de España, Barcelona, 1994

                Javier Tusell, Franco, España y la II Guerra Mundial. Entre el Eje y la neutralidad, Madrid, 1995.