EL POEMA DE FERNÁN GONZÁLEZ: EL SIGLO X VISTO CON OJOS DEL XIII. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

16.07.2020 15:12

 

                Dejemos a un lado la teoría de Menéndez Pidal, que lo consideraba reelaboración de materiales juglarescos por manos clericales. Dejemos de asomarnos al Poema como si de una ventana a la Hispania visigoda o a la primigenia Castilla se tratara. Del siglo X sólo encontraremos a lo sumo una leve muestra. Esta magna obra, no siempre bien apreciada, es una digna hija de su siglo, el XIII, el de las titánicas elaboraciones de Alfonso el Sabio y el de las grandes crónicas en lengua romance, como el Llibre dels feyts.

                Sus versos plasman con una vivacidad notable los problemas de un noble de su siglo, atribulado por guerras y disidencias internas. Su triunfo en el campo de batalla determina su éxito político, ya que las relaciones con sus vasallos no se rigen por la cordialidad y la fidelidad. Ejemplifica los problemas de una sociedad feudal. Su lenguaje place de los legalismos de la mesnada (fonsado, apellido) y los combates se judicializan, como en los fueros de Cuenca-Teruel.

                El propósito es dar fuerza y veracidad a un mito histórico, el conde Fernán González, del que depende el bienestar y el prestigio del monasterio de San Pedro de Arlanza, una vez que Castilla ha acrecentado su territorio. No conviene olvidar el origen de Castilla en los tiempos turbulentos de 1250-70, estableciéndose paralelismos interesados con el siglo X. Pese a las diferencias, el Poema sería comparable a la Gesta comitum barchinonensium (glorificadora de Wifredo el Velloso) del monasterio de Ripoll.

                La obra gusta de lo legendario, recordando las andanzas de Rómulo: el episodio del matrimonio del conde presenta elementos del rapto de las Sabinas. Su construcción utiliza dos tipos básicos de materiales, los historiográficos y los líricos.

                De San Isidoro y de Rodrigo Jiménez de Rada obtiene su trascendentalismo. El conde lucharía por recuperar España de los infieles, erigiéndose en un nuevo David. La modesta Castilla se convertía en su centro. Profecías y apariciones celestiales menudean en la obra, en especial en la última gran batalla contra Almanzor, que recrea una particular versión de la de las Navas de Tolosa a partir del relato de Jiménez de Rada. El autor ha convertido la Reconquista en Cruzada, y no retrocede ante la deformación interesada de la realidad. Si La Cava silenciada ha dado paso a los caveros o caballeros, la prisión del héroe tampoco le arredra si con ello se transforma en un Ricardo Corazón de León avanzado al tiempo.

                La lírica del amor cortés humaniza la historia y se presta al aguijón anticlerical: el escarnio del arcipreste sería relatado por un monje. Toda una advertencia de cómo la censura eclesiástica surgió de las rivalidades de la propia Iglesia.

                Junto a los musulmanes, los navarros figuran como los grandes enemigos de Fernán González y de los castellanos. Las guerras de Alfonso VIII a Alfonso X han dejado huella, y el nuevo Roldán parece hermanar la común aversión a moros y navarros.

                La independencia castellana parece la culminación de todo ello, asociada a la famosa escena de la donación del azor y del caballo al rey de León, pero el Poema permanece inconcluso, quizá una invitación a nuevos colaboradores, que prosigan el relato con sus gustos y sus intereses…