EL PODER NAVAL OMEYA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

31.08.2020 12:37

                Los Estados medievales llegaron a movilizar notables medios militares, como fue el caso de la Córdoba omeya.  No solo se enfrentó a los poderes cristianos del Norte peninsular, sino también a las incursiones de los vikingos, como la del 844. En alianza puntual con los bizantinos, combatieron en el Mediterráneo Central contra los fatimíes.

                El califato de Córdoba no solamente dispuso de un poderoso ejército mercenario terrestre, con contingentes bereberes y de origen eslavo, sino también con importantes medios navales, capaces de imponerse en las aguas mediterráneas. Ya en el 902 se conquistó Mallorca. El califa Abd al-Rahman III (929-961), según refirió Ibn Jaldún, se sirvió de una armada de 200 naves, pero su hijo y sucesor Al-Hakam II, fallecido en el 976, pudo contar con 300, siguiendo a Ibn al-Hatib. En la expedición del 934 contra territorios francos se embarcaron 1.000 soldados y 2.000 marineros.

                Sus principales bases se emplazaron en Almería, Pechina, Algeciras, Silves y Alcacer do Sal. En Málaga, Denia y Tortosa también se ubicaron importantes atarazanas. La madera de los bosques de la serranía de Cuenca fue ya entonces de gran utilidad para la construcción de los barcos.

                Al frente de la armada omeya se encontró un almirante o qaid al-asatil. Descolló la figura de Abd al-Rahman ibn Rumahis. Por otra parte, cada nave era gobernada por un qaid, mientras un rais dirigía su rumbo. Las embarcaciones de guerra podían ir provistas del contundente fuego griego.

                El despliegue militar marino de los Omeyas se completó con las estratégicas rábidas, del árabe ribat. Situadas en las fronteras con los enemigos, tales puntos de defensa también servían para que los voluntarios de la guerra santa realizaran prácticas ascéticas, con la oración y recitación del Corán. La de Guardamar, iniciada hacia el 944, protegió el acceso al río Segura y tuvo su origen en una musallah, un gran oratorio al aire libre. Tanto en lo defensivo como en lo ofensivo, la Córdoba omeya resultó ser una verdadera fuerza mediterránea.

                Bibliografía.

                Rafael Azuar y otros, La rábida califal de Guardamar del Segura (Alicante): cerámica, fauna, malacofauna y epigrafía, Alicante, 1989.

                Pierre Guichard, Estudios sobre historia medieval, Valencia, 1987.