EL PLUVIOSO SIGLO XII. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
El estudio del clima ha venido interesando desde hace años a la historiografía, pues la estabilidad de las sociedades a lo largo del tiempo depende mucho de elementos naturales.
El clima ha ido cambiando en el continente europeo, y del 900 al 1300 se ha podido hablar de la Anomalía Climática Medieval, de inviernos más cálidos y secos que los de períodos posteriores, que coincidió con una extensión de los cultivos en la Europa feudal.
Sin embargo, dentro de este período se ha podido distinguir una etapa de lluvias más abundantes y regulares, en condiciones de benignidad térmica, para la Europa mediterránea del siglo XII e inicios del XIII. Los Anales Toledanos son elocuentes al respecto, pues nos indican avenidas o inundaciones del Tajo a su paso por Toledo en 1168, 1178, diciembre de 1181, febrero de 1200, navidades de 1202, febrero de 1204, febrero de 1207 y febrero de 1209. A día de hoy, el máximo riesgo de inundaciones en la cuenca del Tajo va de enero a abril. No sabemos si la deforestación las agravaría en aquella época, como sucedió en la Alcira atenta a las aguas del Júcar.
Las lluvias también afectaron a otros puntos de la Península, como Sevilla en 1168, provocando serias pérdidas. Esta mayor pluviosidad también se acusó en el Norte de África, donde el desierto retrocedió.
Evidentemente, las gentes de aquella época no se libraron de la molesta sequía, que según los Anales Toledanos golpeó en 1172 y en 1213. Tampoco ignoraron episodios de frío extremo, como la helada de las viñas en mayo de 1160 o los crudos inviernos de 1191 y de 1193-94, cuando el Tajo llegó a helarse, coincidiendo con gélidas olas continentales. Con este panorama, el hambre golpeó en tierras toledanas en 1192, cuando las personas miraron hacia los cielos en busca de clemencia.
Fuentes.
Anales Toledanos, Madrid, 1767.