EL PESO DE LA GUERRA EN EL XVII. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

21.05.2024 12:19

               

                El esfuerzo militar de las monarquías del Antiguo Régimen recayó con pesadez sobre las espaldas de sus súbditos, organizados en una sociedad de Estados. Dentro de las gentes del común, como eran conocidas en Castilla, los municipios tuvieron una función de primer orden para recabar toda clase de recursos y ponerlos a disposición de las fuerzas reales.

                Soria, con voto en Cortes, diferenció entre las instituciones y gobierno de la Ciudad y las de su Tierra, organizada en sexmos con sus aldeas. La prosperidad lanera del siglo XVI declinó en el XVII, cuando los compromisos españoles en Europa se hicieron más severos. La reanudación del conflicto abierto con las Provincias Unidas y la guerra de los Treinta Años supusieron un reto de primera magnitud.

                La hacienda de los sorianos encajó con graves problemas el donativo de 1625, añadido a las habituales exigencias tributarias de las rentas castellanas, las de las alcabalas y los millones. Sin embargo, el dinero fue una parte del problema, ya que también se exigieron soldados, cuando la falta de personas se dejaba notar en numerosas comarcas castellanas. En 1629 se solicitó a Soria y a Ágreda levantar conjuntamente una fuerza de doscientos cincuenta infantes. Se llegó al extremo al año siguiente de vigilar a los posaderos para que no contrataran a gentes de fuera y desertores.

                Como zozobró el intento de reforma fiscal de cambiar los millones por la imposición de la sal, los problemas prosiguieron mientras los combates se sucedían en distintos frentes. En 1634 se pidieron ciento cincuenta infantes para servir en el presidio de Fuenterrabía. Los gastos deberían de ser subsanados por una feria a celebrar en septiembre en Soria.

                En tal río revuelto siempre hubo pescadores prestos a obtener ganancia. Don Esteban de la Peña, regidor perpetuo que residía en Madrid, se hizo con la escribanía de los millones de Soria por el donativo de dos mil ducados para las interminables guerras en 1635, cuando se declaró la guerra abierta con Francia.

                El frente de guerra se acercó a las tierras sorianas, padeciéndose los inconvenientes del paso de tropas. Se tuvo la fortuna de evitar en 1636 que veinte compañías de soldados de camino a Aragón pasaran por Soria. La Tierra de Soria pidió alcanzar un acuerdo con la Ciudad en 1637 sobre el ensanche o alojamiento de soldados, que había perjudicado a los labradores y despoblado tierras. Más de un militar no tuvo consideración de las personas y de las haciendas de los sorianos, por muy súbditos que fueran del rey que servían. El sargento Merino, ya en Pamplona, fue acusado en 1638 de desfalco. En 1640 se alojó en las aldeas sorianas la compañía del capitán Martín Núñez. Además, un tercio de ochocientos soldados irlandeses y valones, acompañados de sus mujeres e hijos, causaron problemas en su paso hacia el territorio de Cantabria, cuantificándoselos daños en mil ducados. Nuevamente se pidió bajar el montante de las alcabalas, pero todo fue en vano. Aquel 1640 trajo mayores complicaciones si cabe.

                Para saber más.

                Enrique Díez Sanz, Del Siglo de Oro al de Bronce. Las repercusiones de la política imperial en Soria y su Tierra en los siglos XVI y XVII, Soria, 2019.