EL PELIGRO MONGOL CONTRA LA EUROPA CRISTIANA Y LA FORMA DE COMBATIRLO.

15.05.2020 17:31

               

                “El propósito de los tártaros es subyugar el mundo entero, si pueden, y ésta es la orden dada por Gengis Khan (…) Y porque, exceptuando la cristiandad, no hay otro país en el mundo que no posean, a causa de esto se preparan a hacer la guerra contra nosotros.

                “A la asamblea de la que hemos hablado han sido convocados todos los príncipes y combatientes del ejército. De todos los países que están bajo su dominio, de cada diez hombres, mandan tres con sus familias. Según lo que nos han dicho, debe entrar un ejército por Hungría y otro por Polonia, y vienen para combatir sin descanso durante dieciocho años.

                (…)

                “Ya que quieren destruir toda la tierra o reducirla a esclavitud, cosa que sería insoportable para nuestra raza (…) debe, pues, tomárseles la delantera declarándoles la guerra. Pero si una nación no quiere socorrer a otra, aquella contra la que combatirán será destruida y con los hombres a los que habrán reducido a la esclavitud, combatirán contra otro país.

                (…)

                “Los que quieran combatir contra ellos, deben poseer las siguientes armas: arcos buenos y fuertes, ballestas a las que temen muchísimo, flechas en cantidad, buenos dolabros de buen hierro o hachas de mango largo. Los hierros de las flechas para los arcos o para las ballestas, cuando estén calientes, deben sumergirse, al igual que lo hacen los tártaros en agua mezclada con sal, porque así sus armas son más penetrantes. Son necesarias también espadas y lanzas, con un gancho para arrancarlos de la silla, para que caigan fácilmente, puñales, corazas dobles porque sus flechas no puedan atravesarlas fácilmente, cascos y otras armaduras que protejan adecuadamente de sus armas y de sus flechas los cuerpos de los caballos, y si algunos no están bien armados como aconsejamos, deben seguir a los otros, al igual que lo hacen los tártaros, y disparar contra ellos con sus arcos y ballestas. Y no debe ahorrarse dinero para procurarse estas armas a fin de que puedan salvaguardar las almas y los cuerpos, la libertad y todo lo demás.

                “Los ejércitos deben ser distribuidos de la misma forma que los suyos, en milenarios, centuriones, decuriones y jefes de ejército, y los jefes no deben de intervenir en el combate, al igual que los suyos, que tampoco intervienen, pero deben vigilar el ejército y darle órdenes. También debe imponerse la ley de que todos deben avanzar juntos en el combate.

                (…)

                “El lugar del combate debe escogerse, a ser posible, en una llanura para que pueda verse desde todos los sitios, y debe tenerse a ser posible un gran bosque a la espalda o al lado, de tal forma que el enemigo no pueda penetrar entre el ejército y el bosque. No deben reunirse todos los combatientes en un solo cuerpo, sino formar varios ejércitos, manteniéndose separados unos de otros, sin estar sin embargo demasiado distantes entre sí, y contra los que avancen primero debe ser enviado un ejército que lo combata. Si los tártaros simulan una huida, que no se les persiga demasiado lejos, a menos que se les pierda de vista, con el fin de no ser atraídos en las emboscadas preparadas, como tienen costumbre hacer, y que otro ejército esté preparado para socorrer a éste si ello es necesario. Además, deben tenerse exploradores en todas partes para vigilar de dónde llegan los otros ejércitos tártaros, por detrás, a derecha y la izquierda. Es necesario mandar siempre contra su grupo de ejército otro grupo que los combata.

                (…)

                “Si se pretende poner a las fortalezas o las ciudades en estado de defensa, debe ante todo ser examinada la efectividad de su emplazamiento. Debe ser de tal forma que no puedan ser reducidas por las máquinas y las flechas. Que tengan agua suficiente y madera. A ser posible, que sus entradas y salidas estén siempre libres. Que tengan, en fin, hombres en cantidad suficiente para varios años y conservarlos muy bien, ya que no se sabe cuánto tiempo habrá de permanecerse encerrado en el sitio. En efecto, cuando los tártaros sitian una ciudad, mantienen el sitio durante varios años como sucedió últimamente con cierta montaña en el país de los alanos, a la que mantuvieron sitiada, según creemos, durante doce años. Los alanos resistieron virilmente y mataron a muchos tártaros.

                “Si los tártaros, en los combates, se tiran de sus caballos, hay que hacerles prisioneros enseguida, porque cuando están sobre el suelo disparan muchas flechas, hieren y matan a caballos y jinetes. Si llegan a ser apresados, son de tal forma que puede mantenerse con ellos una paz casi perpetua o que se obtenga por ellos un gran rescate, ya que están siempre dispuestos a ayudarse entre sí. Sin embargo, cuando son apresados, si se les quiere guardar, debe vigilarse cuidadosamente que no huyan.”

                Fuente.

                Del Viaje de Juan del Plano Carpino (16 de abril de 1245-9 de junio de 1247). Contenido en la obra de T´Sertevens Los precursores de Marco Polo, Barcelona, 1986, pp. 169-173.

                Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.