EL PARTIDO ESPAÑOL DE CARLOS DE AUSTRIA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La guerra de Sucesión supuso un duro enfrentamiento entre las gentes de los reinos de España. Mientras que Felipe de Borbón terminó gozando del apoyo mayoritario de las gentes de la Corona de Castilla, en la Corona de Aragón lo tuvo Carlos de Austria. Se inaugura así, para algunos autores, el largo período de las guerras civiles de nuestra Historia, con su cohorte de exiliados, como los austracistas que conformaron el llamado partido español en los dominios de los Habsburgo.
En enero de 1714 se formó en la corte de Viena el Consejo de España, sustituido por el de Italia en 1736. Los exiliados españoles cubrieron mayoritariamente sus plazas, empleando como lengua oficial el castellano. Su rango era similar al de los consejeros de Austria, Bohemia y Hungría. En el Consejo de Flandes, conformado en 1717, también gozaron de gran protagonismo los españoles.
Figuras como la del marqués de Rialp, en calidad de secretario de Estado y de Despacho Universal, tuvo gran relevancia en la política de Carlos VI. El duque de Uceda; los marqueses de Rubí, Almenara o Besora; y los condes de Cardona, Cervelló, Cifuentes o de Oropesa también formaron parte del círculo del emperador.
Algunos linajes nobles consiguieron del emperador feudos y patrimonios en sus dominios italianos, particularmente en el reino de Nápoles. Los juristas de la Corona de Aragón también obtuvieron cargos de responsabilidad, como fue el caso del regente de Mallorca Miguel Esmandia, designado fiscal y senador del consejo supremo de Milán. Lo mismo sucedió con los eclesiásticos partidarios de don Carlos: el canónigo de Barcelona José Rifós fue nombrado inquisidor general de Cerdeña en 1715 y de Sicilia en 1720.
Los fieles españoles de Carlos de Austria fueron asistidos con retribuciones acordadas por el Consejo de España (asignadas a fondos de los dominios italianos), que también se hizo cargo del Socorro Diario de pensiones mensuales. Establecido en principio para sufragar servicios confidenciales, el Bolsillo Secreto terminó también contribuyendo al sustento de los españoles.
Se han cuantificado en cerca de los 30.000 los exiliados austracistas, llegados a los dominios de Carlos VI en sucesivas oleadas. Tras la firma en 1725 de la paz de Viena, donde se acordó la amnistía recíproca y la devolución de bienes secuestrados, marcharon no pocas personas encarceladas en las prisiones de la España de Felipe V. El ochenta por cierto procedía de la Corona de Aragón, con una condición social más variada que la de los procedentes de la Corona de Castilla, generalmente nobles cortesanos, altos funcionarios y militares.
Se reservó Viena a un círculo muy selecto, prohibiéndose en 1714 la entrada en la capital de todos los que hubieran conseguido una pensión sobre otros puntos. En 1734, se distinguía entre los exiliados en Viena, los establecidos en los dominios italianos (en particular, Nápoles y Milán) y los que servían como militares en la frontera húngara con los otomanos. Además, hubo austracistas en los Países Bajos y eclesiásticos desterrados en Roma.
Los españoles establecidos en Viena, alrededor de unos 1.500, mantuvieron hasta finales de la década de 1740 su singularidad, reflejada en sus usos, costumbres e indumentarias. Imprimieron nueva vida al monasterio de Montserrat de Viena (fundado en 1639) y fundaron el Hospital de los Españoles con fines asistenciales.
Para saber más.
Agustí Alcoverro, La “Nova Barcelona” del Danubi (1735-1738). La ciutat del exiliats de la guerra de Successió, Barcelona, 2011.
Virginia León, “Austracistas. Guerra de Sucesión y exilio”, Exilios. Los éxodos políticos de la Historia de España, siglos XV-XX, Madrid, 2007, pp. 75-111.