EL PARO EN LA ESPAÑA DE LOS AUSTRIAS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

12.02.2021 10:33

               

                Uno de los problemas, de los males, que atenazan a nuestra economía es el del paro, agravado con la pandemia que ahora sufrimos. Generalmente, si echamos la vista atrás, recordamos su terrible incidencia desde el estallido de la crisis del petróleo de 1973, pero también lo padeció la España de la II República, la de la crisis del trabajo.

                Con un notable peso del agro, la sociedad española aguantó en siglos anteriores un importante paro estacional, pero también estructural. El declive de la incipiente industria textil tuvo también su parte de culpa.

                En los reinos hispánicos floreció desde la Baja Edad Media la pañería o la elaboración de tejidos de lana, materia de gran calidad en Castilla. Las exportaciones de lana en detrimento de los productores ya fueron censuradas por algunos críticos a inicios del siglo XVI, pero los intereses de los comerciantes coincidieron con los de la monarquía sedienta de dinero, y aquéllos terminaron arrinconados, especialmente tras la derrota de los comuneros.

                No obstante, a despecho de las fuertes cargas tributarias, la pañería creció con dificultades en la segunda mitad del siglo XVI en ciudades como Segovia o Toledo. La incorporación de Portugal a la Monarquía hispánica resultó beneficiosa para sus ventas, en particular al coincidir con la guerra con Inglaterra.

                La paz con Inglaterra de 1604 supuso un golpe muy recio para los telares castellanos, algo que fue denunciado por Sancho de Moncada en su Restauración política de España de 1619 y en 1621 por Damián de Olivares en un Memorial. Los arbitristas no anduvieron desencaminados muchas veces.

                De 1604 a 1607, los derechos aduaneros entre Castilla y Portugal habían bajado de los cuarenta y cinco a los treinta millones de maravedíes, en parte como resultado de la irrupción de los textiles ingleses en el mercado portugués.

                Calculaba Damián de Olivares que en Segovia habían desaparecido 2.000 telares, atendidos cada uno por tres personas, lo que arrojaba a la desocupación a 6.000. Teniendo presentes a los cardadores, tintoreros o bataneros. la cifra ascendía a 34.189.

                En Toledo y su tierra, estimaba el mismo autor unos 127.823 desocupados. Bien sentenciaba que más faltaban trabajos para los hombres, que hombres para los trabajos.

                Para saber más.

                Juan E. Gelabert, “La restauración de la república”, España en tiempos del Quijote, Madrid, 2005, pp. 246-294.