EL PACIFICADOR ESPARTERO. Por Pedro Montoya García.

10.07.2020 10:38

    Es virtud leer los Episodios Nacionales de Galdós, pero no es menos grato asomarse a las biografías de personajes centrales de nuestra historia escritas por hispanistas (caso de Adrian Shubert y su monumental Espartero, el Pacificador); en ocasiones, desde la lejanía, sin corromperse por los defectos y virtudes de la nacionalidad, se puede ver otro color a través de un cristal diferente, tal como expresaba Campoamor.

    Un siglo XIX cruento: 300.000 cuerpos reposarán tras la guerra de la independencia, otros 200.000 por las guerras carlistas, las guerras de independencia americanas, incontables levantamientos militares contra el gobierno o la monarquía del momento… Baldomero Espartero sería protagonista principal durante los tres primeros cuartos de ese siglo, conocer la historia de España de ese periodo es inseparable a conocer su biografía. Pero mucho más; para Adrian Shubert, la España de Espartero es casi sinónimo de la España del 98 y de la Guerra Civil. Un país por el sendero  de la decadencia imposible de abandonar mientras el cochero, ya bien sea real, militar o civil, está gobernado o sometido de forma imperecedera a conmilitones con más interés en continuar con su propio carro bien lleno, que en la búsqueda de la autopista del  progreso.

    Muy joven interrumpió sus estudios para luchar como  haría siempre: con valor, primero por la independencia; y apenas terminada, marchó voluntario al Virreinato del Perú para combatir contra la independencia. Acometería una meteórica carrera militar. Actitud y aptitud. Sus estudios en la escuela de ingenieros fueron indispensables para el levantamiento y fortalecimiento de defensas de gran eficiencia, para apoyar una estrategia especial dada la orografía y el tipo de guerra que acometía San Martin... No sólo eso, se comportó como un buen capitán en la conducción de la tropa en primera línea, a cara de perro contra el enemigo.

    A los 30 años fue ascendido a brigadier, galón previo al de general. Desde los quince años se jugaba la vida en el campo de batalla: herido, privaciones, prisionero, a pocos metros de ser fusilado…, salvo la vida varias veces, una vida a la que le quedaba mucho por decidir.

    Isabelino y liberal, su biografía se mezclaría entre la política y la vida castrense, nunca llegaría a ser tan competente en la primera como nunca dejó de serlo en la segunda. En la primera guerra Carlista, idas y venidas, victorias con fracasos hasta la batalla de Luchana donde se guardaría el general para alzarse el héroe popular, y de ahí al abrazo de Vergara para forjar el mito. Tal como analiza el autor: magníficamente novelados por Galdós.

    Un movimiento revolucionario lo coronó como regente desde el 1840 al 1843, y uno nuevo, tan al uso de la época, lo mandó al exilio. Durante su época de gobierno destacan los biógrafos que puso de manifiesto sus principales defectos: fases de desidia, impulsividad y brutalidad innecesaria. Llegó hasta bombardear Barcelona… Discusión que Shubert trata de rebatir con datos e intensidad; hasta compararla con la segunda república, no fue un fracaso de Baldomero, más bien la fracasaron…

    Su fama, a pesar de todo y de algunos, le precedía y le persistiría hasta su muerte; admirado en el extranjero y con el cariño guardado por el pueblo, se le otorgó regresó para encontrar un nuevo exilio en tierras riojanas. Mas, su popularidad y su fuerza fueron reclamadas para volver de nuevo a la política; pero, como insiste el autor, era mucho el talento político necesario que requerían los tiempos de cólera.

    De vuelta a su querido retiro en la Rioja;  otra vez su leyenda y el amor imperecedero del pueblo lo propusieron para coronarlo como rey de España, luego, incluso hay evidencias de que se llegó a poner en discusión nombrarlo presidente de la I República Española…

    Así quiere dejarlo claro Shubert, figura española olvidada y casi desaparecida de forma injusta, decisivo no sólo en el devenir de lo político y militar de su tiempo, mas por el legado que debería haber sido  guardado y estudiado por generaciones: progreso de la mano de orden constitucional, patriotismo de la mano de la reconciliación, bien colectivo de la mano de orden y disciplina… Y así una cadena, sin el cuadro de Goya, sin el eslabón más débil de España: el cainismo. De él queda el recuerdo grotesco en forma de chanza sobre los atributos de su caballo; esperemos que al menos no derriben su estatua.

    Bibliografía.

    Adrian Shubert, Espartero, el Pacificador, Barcelona, 2018.