EL ODIOSO TABACO, ¿O NO? Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La llegada del tabaco a Europa en el siglo XVI procedente de las Américas tuvo consecuencias muy importantes de todo tipo. De forma tempana, también planteó importantes debates sobre sus efectos sobre la salud.
Como proporcionaba buenos beneficios económicos, el establecimiento de una fábrica de tabacos siempre se contemplaba como algo prometedor. En el reino de Aragón de fines del siglo XVII, golpeado por las contrariedades económicas y deseoso de encararlas con fuerza, se meditó establecer una en Zaragoza.
Así lo creyeron sus autoridades municipales en 1698, con molienda y aderezo del tabaco para el abasto del reino de Aragón. Sin embargo, los vecinos de las inmediaciones pronto se quejaron que tal fábrica contaminaría perjudicialmente el aire.
Visto el panorama, los jurados decidieron suspender el proyecto y pidieron un dictamen médico a los doctores José Lucas Casalete (catedrático en la misma universidad de Zaragoza), Bartolomé Sanauja (médico y familiar Inquisición) y Vicente Sanz (también catedrático).
A 31 de julio de aquel año dieron dictamen favorable, pues el tabaco era bueno para la salud al limpiar el aire de emanaciones mefíticas que propiciaban la peste. Tal conclusión fue aceptada por el Protomedicato de Castilla, las universidades de Alcalá de Henares, Salamanca, Valencia o Barcelona. Toda una respuesta, sin duda.
Fuentes.
Joaquín de VILLALBA, Epidemiología española, Madrid, 1802.