EL NUEVO EJÉRCITO SUECO DE GUSTAVO ADOLFO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Gustavo Adolfo de Suecia entró en guerra contra el emperador Fernando II con treinta y seis años provisto de experiencia militar frente a Dinamarca, Polonia y Rusia y de valiosos conocimientos teóricos emanados de la Ciropedia de Jenofonte. Era el año del señor de 1630, cuando se inició la posteriormente llamada fase sueca de la guerra de los Treinta Años. Los suecos combatieron por su rey, la religión reformada y por ampliar sus dominios hacia el Báltico y la Europa Central.
La monarquía sueca no contrató tropas mercenarias al uso de la época inicialmente, pues movilizó a 40.000 varones de 18 a 30 años con la ayuda de las autoridades locales y eclesiásticas, una verdadera quinta de la que se excluyeron a los transportistas y a los fabricantes de municiones.
Se aumentó su potencia de fuego incrementando el número de mosqueteros sobre el de piqueros, decantándose por unidades más reducidas y articuladas que las habituales. El número de oficiales creció en consonancia. En la caballería figuraron coraceros provistos con espada y pistola y dragones con mosquetes. La artillería de campaña ganó en movilidad con cureñas más ligeras y reduciendo su calibre.
Se puso el acento sobre la instrucción de los soldados, la disciplina, la eficiencia de los oficiales de cara a sus ascensos y en el comportamiento moral, prohibiéndose el alcohol, la prostitución y la blasfemia. Para evitar los detestables saqueos, que tanta hostilidad provocaban entre la población civil, y el peligro de dispersión se intentaron crear depósitos de suministros.
Los cirujanos se aumentaron en las filas del ejército, dedicándose la décima parte de los botines a los hospitales militares.
En su formación de batalla en forma de T los piqueros cubrían los flancos de los mosqueteros, que podían disparar a placer. La artillería de campaña fortalecía sobremanera sus descargas, permitiendo la humareda alzada la carga de la caballería al galope, como un rayo.
Este ejército logró grandes victorias en la Sacro Imperio Romano Germánico, extendiendo el poder sueco. Sin embargo, en noviembre de 1632 cayó en la batalla de Lützen su gran comandante, el rey Gustavo Adolfo. Su victoria fue amarga.