EL MUNDO SWAHILI. Por María Berenguer Planas.
Desde los siglos IX y X de la era cristiana el Islam se difundió por el espacio índico a través de las naves de los comerciantes musulmanes. La costa oriental de África, incluyéndose la gran isla de Madagascar, pronto entró dentro del círculo de los mercaderes del Sur de Arabia y del Indostán islámico.
Al Sur de Mogadiscio fueron estableciéndose una serie de escalas que darían origen a poblaciones complejas organizadas para el tráfico en todos los aspectos, tales como Kilwa. Estas factorías llegaron hasta el litoral de Mozambique.
Los hombres de negocios musulmanes entraron en contacto con las poblaciones locales, contrayendo en más de una ocasión lazos familiares y sentimentales, fundamento del swahili o idioma bantú que acusa un fuerte influencia del árabe. De hecho sirvió de lingua franca en los tratos comerciales de esta parte del Índico africano.
Las relaciones entre los grupos musulmanes y los animistas no siempre fueron cordiales en el continente y en Madagascar, pero el sistema de intercambio comercial entre ambos resultó razonablemente bien, ya que ambos eran complementarios. Los esclavos, las maderas y otros productos africanos eran bien recibidos en los países islámicos, capaces de proporcionar objetos de prestigio a los dirigentes del África Oriental.
Se llegaron a formar poblaciones que algunos autores cifran en cerca de cinco mil habitantes, donde los joyeros y otros artesanos gozaron de un reconocido prestigio. Las mujeres se encargaron de tejer telas también muy apreciadas.
En estas comunidades las normas islámicas estuvieron muy influidas por los usos antropológicos africanos, especialmente en el Noreste de Madagascar. Las casas permanecían abiertas durante la noche, lejos de la celosa intimidad doméstica de otros puntos del mundo musulmán. Las relaciones entre hombres y mujeres eran más abiertas, sobre todo en las costumbres amatorias.
En algunos casos se forjaron pequeños principados más o menos extensos que algunos autores han considerado sultanatos o territorios musulmanes gobernados por una autoridad no estrictamente religiosa como la del emir o la del califa. La influencia africana se dejó sentir en aquellos sultanatos, como los de Madagascar, donde el poder se transmitía no a los hijos sino a los sobrinos maternos.
A finales del siglo XV llegaron a este espacio unos nuevos protagonistas, los portugueses, que modificarían profundamente los territorios ribereños del canal de Mozambique.