EL MUNDO COMERCIAL ANDALUSÍ DEL SIGLO XII.
Al-Ándalus disfrutó de una intensa vida comercial. Sus riquezas atrajeron a mercaderes de procedencias muy variadas durante siglos. Su posición geográfica también le dispensó un acrecido interés. Asomados parcialmente al Atlántico, sus gentes participaron de su exploración. El inquieto Al-Idrisi nos transmitió el relato de una empresa de navegación del siglo XII por este océano, patrocinada por los círculos de la Lisboa musulmana. Los lazos familiares fueron esenciales en la forja de las sociedades comerciales como las que animaron aquellas singladuras.
Los negocios andalusíes se insertaron especialmente en un Mediterráneo activísimo, con sus agentes comisionistas. Uno de ellos fue el judío Isaac ben Baruch, que compró seda en Almería para su patrono Abu Said Halfon ben Nethanel ha-Levi. Las cartas cairotas de la Geniza atestiguan sus actividades, así como la importancia de los judíos en el comercio entre Al-Ándalus y otras áreas del mundo islámico.
La invasión hilalí propició el establecimiento directo de relaciones comerciales entre Al-Ándalus y Egipto a partir del siglo XI. Los barcos navegaban en convoy. Partían de Sevilla y Almería en primavera y regresaban en otoño. Se ha estimado que el trayecto duraba unos sesenta y cinco días en 1130. Tal celeridad para los medios de la época explica que se aconsejara que para ir de Libia a Túnez se fuera primero a Sevilla. El dominio almohade no cortó los lazos con Egipto, aunque intensificó los norteafricanos.
Según las cartas de la Geniza, Al-Ándalus vendía seda al Magreb, del que importaba alumbre y antimonio. Del Mediterráneo oriental procedían las codiciadas especias, maderas exóticas y escamones, más tarde vendidos en Fez. El estaño y el cobro también se encontraban entre las importaciones andalusíes.
En 1183 Ibn Yubayr peregrinó a La Meca y en Ceuta tomó un barco genovés, por mucho que aborreciera a los cristianos. A comienzos del siglo XII, los musulmanes de Occidente comenzaron a experimentar la actividad de las emergentes ciudades de Italia. En 1113-14 una armada pisana conquistó la Ciudad de Mallorca en colaboración con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III. Años más tarde, los genoveses participaron en la toma de Almería y Tortosa y en 1149 suscribieron un acuerdo de diez años con el Rey Lobo, por el que se les concedió la instalación de alhóndigas en Valencia y Denia, además del pago de 10.000 morabatíes. Se confirmó en 1160.
Los gobernantes musulmanes de Baleares también suscribieron acuerdos similares con Pisa en 1185 y en 1188 con Génova. Los mismos almohades, con fama de intransigentes, hicieron lo propio con los genoveses en 1153 y en 1161 y con los pisanos en 1168, 1186 y 1211.
Entre 1155 y 1164 Génova efectuó en el Mediterráneo Occidental unos 107 contratos, de los que diecisiete correspondieron a Al-Ándalus, frente a los 112 en el Oriental y 116 en Sicilia. En aquel tiempo, el comercio occidental estuvo en manos de pequeños y medianos mercaderes aventureros. Los grupos dirigentes genoveses prefirieron el oriental. Sin embargo, en 1179 se reorientaron sus inversiones hacia Occidente, cuando Génova va superando a su rival Pisa. En Ceuta buscaron el codiciado oro. El establecimiento de los negociantes cristianos no dejó de ser problemático para los andalusíes, pero también les aportó no poca riqueza. La posterior experiencia de la Granada nazarí acredita que la independencia no era incompatible con la fuerte presencia comercial cristiana.
Bibliografía.
Abulafia, D. y Garí, B., En las costas del Mediterráneo Occidental, Barcelona, 1997.
Víctor Manuel Galán Tendero.