EL INFIERNO ESPAÑOL DEL SIGLO XX.
El paro que ya golpeaba la España de inicios del siglo XX.
“A un verdadero reparto de limosnas, que no a otra cosa, quedan reducidas en último término estas obras públicas, unos remedios a los cuales se acude para evitar una cuestión de orden público.”
Luis Marichalar y Monreal, vizconde de Eza, presidente de la Sociedad Española para el Estudio del Problema del Paro. Informe al Ministerio de Agricultura, 1910.
La violencia en el medio rural: Casas Viejas, 1933.
“Como la situación era muy grave, yo estaba completamente nervioso y las órdenes que tenía eran muy severas, advertí que uno de los prisioneros miró al guardia que estaba en la puerta y le dijo a otro una cosa, y me miró de una forma… que, en total no me pude contener de la insolencia, le disparé e inmediatamente dispararon todos y cayeron los que estaban allí mirando al guardia que estaba quemado. Y luego hicimos lo mismo con los otros que no habían bajado a ver el guardia muerto que me parece que eran otros dos. Así cumplía lo que me habían mandado y defendía a España de la anarquía que se estaban levantando en todos lados de la República.”
Declaración del capitán Rojas ante la Comisión Parlamentaria de Investigación, febrero de 1933.
Julio de 1936, ¿una nueva invasión mora de España?
“El caíd Solimán el Jatabi convoca a todos los guerreros de Beni Urriáguel en los llanos de Axdir y ofrece a Franco:
“Por la gloria de Dios. Por la fuerza y poderío que residen en Él.
“Al glorioso héroe, tan afortunado de mano, alma y corazón: al general Franco. ¡Que las bendiciones divinas sean sobre ti y los que contigo combaten en la buena senda! Nosotros deseamos ayudar a tu ejército con nuestras personas, nuestros hijos, nuestros hermanos y nuestras haciendas para conseguir que España vuelva a ser lo que era, aunque tenemos pleno convencimiento de que el ejército de basta a sí solo para vencer.”
Citado por Manuel Aznar en Historia militar de la guerra de España, Editora Nacional, Madrid, 1940.
Los fusilamientos revolucionarios en el Madrid del verano de 1936.
“Los fusilaban a la madrugada, en las afueras, en la Casa de Campo, en los altos de Maudes, en los alrededores de la plaza de toros de Tetuán. Hacían chistes con la muerte.
“-Ponte de perfil que te voy a retratar.
“-Vamos a marearos un poquito.
“No creían que se trataba de hombres con sangre y lágrimas y sistema nervioso. Jugaban con ellos como si fueran muñecos; se reían de las familias. Lloraba una esposa, y algún miliciano, más humano, intervenía. Cortaba en seco el responsable:
“-Déjala que llore. Así sudará menos.
“O les decían a los niños:
“-¿Qué queréis que hagamos con papá? ¿Le damos una vuelta?
“Rasgaban con las bayonetas los cuadros religiosos, tiraban al suelo los crucifijos de marfil o de nácar.
“-¡Por Dios, eso no!, que lo tuvo mi hijo entre sus dedos después de muerto.
“Dogmatizaban:
“-Dios no existe. Eso se acabó.”
Agustín de Foxá, Madrid, de corte a checa, Editorial Prensa Española, Madrid, 1956. Obra terminada de escribir en septiembre de 1937 en Salamanca y publicada en 1938.
Anuncio de una nueva guerra mundial.
“Parte de Aviación facilitado a las doce de la noche:
“Esta tarde salieron de su base dos aviones para efectuar vuelos de reconocimiento sobre las islas Baleares. Al pasar sobre Ibiza, un buque de guerra que estaba fondeado a 200 metros del muelle abrió nutrido fuego de artillería antiaérea contra nuestros aparatos, sin que precediera por parte de éstos acto alguno de agresión ni contra el citado barco ni contra la ciudad. Los aviones respondieron al ataque, lanzando doce bombas, cuatro de las cuales cayeron a bordo del referido buque, produciendo otras tantas explosiones.
“Al parecer, y según radios que se han captado posteriormente, el buque atacante, que quedó con mucho fuego a bordo, es el crucero alemán Deutschland.”
El Socialista, Madrid, 30 de mayo de 1937.
El horror del campo de Albatera (1939).
“Era, en fin, una primera noche a la que iban a sucederle muy pocas para muchos de los prisioneros que estábamos allí. Constantes ráfagas de ametralladoras nos indicaban que no debíamos movernos hasta que no se nos ordenara (…). Se nos ordenó formar en filas de tres, con la advertencia de que nadie se moviera porque ello daría lugar a perder la ración de comida de todo el día. Pero, ¡oh paradoja!, en lugar de darnos la comida, empezaron a revisarnos a todos los prisioneros una comisión integrada por falangistas uniformados, un sacerdote y un militar de alta graduación. A medida que se nos iba pasando revista, reparaban en algún que otro de los detenidos, y cuando era identificado como conocido o paisano de los comisionados, lo aislaban al pabellón número uno. Así una vez, así muchas veces hasta localizar a los desgraciados que tenían que llenar el citado barracón (…). Las Palmeras: allí se torturaba hasta dejar a los hombres hechos monstruos, para después asesinarles.”
Testimonio de un superviviente del campo de Albatera, recogido en El campo de concentración de Albatera de la página web Alicante Vivo (20 de agosto de 2007).
El salvavidas de la División Azul.
“Mi familia sugirió lo de mi enrolamiento en la División Azul.
“Será un tanto a favor de tu padre. ¡Un hijo de la heroica y, sobre todo, desigual lucha contra el comunismo! No sé hasta que punto mi heroico sacrificio fue útil, pero mi padre, condenado a muerte, no fue ejecutado. Me sentí un héroe durante un breve tiempo. Luego supe que mi familia había practicado el estraperlo de la muerte, la compra de vidas a precios astronómicos. Si pagabas, conmutaban la pena por cadena perpetua. Si no, paredón y fosa. Mi familia vendió casi todas sus pertenencias para pagar bajo cuerda los millones en los que ciertos militares habían tasado la vida del senador republicano, diputado y algo más que fue mi padre… Aunque antes que nada era un honesto demócrata.”
Testimonio de Luis García Berlanga en la obra de Jesús Franco Bienvenido míster cagada. Memorias caóticas de Luis García Berlanga, Aguilar, Madrid, 2005.
El hambre más lacerante: toda un arma política.
“A sus once años, allá por 1947, Manolo sabía lo que era pasar hambre, mucha hambre. Su madre sólo le podía dar de cenar gachas de alpiste, del poco alpiste que podía comer un pajarillo.
“Su sabor le daban arcadas y no quería comérselas. Entonces su madre sacaba la zapatilla y le decía con firmeza ¡come! De no obedecer, el zapatillazo era tan seguro como dos y dos son cuatro. Años después, cuando se hizo adulto, comprendió que su madre no actuaba así por malicia.
“Un día, iba con su padre por el malecón de Alicante. Todavía no existía la actual Explanada. Un hombre llevaba un carro cargado de hogazas de pan y a Manolo se le hizo la boca agua. Su padre le preguntó al del carro:
“-¿Me puede dar un trocito de pan para el chiquillo?
“Su contestación fue clara, muy clara:
“-Al hijo de un rojo como tú no le doy ni una miga.”
Testimonio oral de Manuel Galán Sala, recogido por Víctor Manuel Galán Tendero en 1990.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.