EL GOLPEADO SISTEMA FINANCIERO DEL IMPERIO ESPAÑOL. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
En la decadencia del imperio español, tan asediado por gran número de enemigos, pesaron en demasía sus dolencias internas, como los problemas del sistema financiero castellano. Modesto en comparación con otros, no carecía de posibilidades en el siglo XVI, pero las complicaciones de la política de los Austrias le resultaron fatales.
Durante la Baja Edad Media, emergió en Castilla un significativo sistema financiero alrededor de ferias tan importantes como las de Medina del Campo. Es cierto que los hombres de negocios castellanos nunca llegaron a disfrutar del volumen de negocio de los genoveses, tan presentes en Castilla, aunque no carecieron de lucidez para analizar los problemas de la economía, tan relacionados con los de la política. Los de Cuenca intentaron hacer ver, sin gran éxito, a Felipe II en 1582 los efectos nocivos de la subida de impuestos.
Las sucesivas bancarrotas del no siempre prudente don Felipe golpearon con severidad al núcleo de los negocios financieros castellanos en Medina del Campo. Faltó el dinero, la ansiada liquidez, cuando impuestos como la alcabala se subían. Ante tal estrechez, no pocos negociantes buscaron otros puntos más acogedores, como un Bilbao exento de alcabalas.
Una parte significativa del interior castellano fue víctima de un círculo vicioso, verdaderamente infernal, de depresión económica y subidas de impuestos. Como los negocios cada vez eran menos, se firmaron en Castilla menos letras de cambio y se tuvo que acudir a otras tierras con mayores costes. En este ambiente depresivo de fines del XVI e inicios del XVII, bajó la recaudación de las alcabalas y de los puertos secos y de la mar, gravámenes eminentemente comerciales. La imposición del servicio de millones empeoró la situación. En consecuencia, la morosidad floreció por doquier.
Las plazas de Medina del Campo, Medina de Rioseco y Villalón se vieron muy perjudicadas, mientras los tratos con Besançon, Lyon y Amberes cada vez se hacían más complicados ante la perspectiva de aceptar cambios dudosos.
La principal actividad bancaria se trasladó hacia Alcalá y Madrid en el XVII, en consonancia con el establecimiento definitivo de la corte. Desde las esferas oficiales con inquietudes reformistas se intentó animar una red de erarios y montes de piedad en tierras de la Corona castellana. En 1622, las haciendas de los municipios debían proveerlos con fondos procedentes de sus bienes. Sin embargo, la deuda también las agobiaba, y los poderosos locales no estaban dispuestos a perder sus lucrativos préstamos o juros.
La recuperación económica se haría así más difícil, en un siglo en el que las instituciones financieras no dejaron de desarrollarse en varios puntos de Europa.
Para saber más.
Felipe Ruiz Martín, Pequeño capitalismo, gran capitalismo. Simón Ruiz y sus negocios en Florencia, Barcelona, 1990.