EL FRÍO DEL BARÓN O EL CRUDO INVIERNO DEL BARÓN DE MÜNCHHAUSEN. Por Mijail Vernadsky.
“Hizo aquel año tal frío en toda Europa, que hasta al mismo Sol le salieron sabañones, cuyas señales se ven aún en su cara.”
Así se expresaba el fabuloso barón de Münchhausen en sus célebres aventuras, frecuentemente interpretadas como la suculenta recopilación de anécdotas de un exagerado (o de un mentiroso).
Lo cierto es que en este caso no anduvo muy desacertado el inquieto barón, que sirvió a los rusos contra los turcos en la guerra de 1740-41. La Europa de la primera mitad del siglo XVIII sufrió unas temperaturas mucho más bajas que las actuales, dentro de lo que los historiadores del clima han denominado la Pequeña Edad Glaciar.
Espigando las noticias de la época encontramos muchos ejemplos, de los que solo ofrecemos unos pocos. La dureza del invierno de 1708-09, en plena Guerra de Sucesión Española, fue muy marcada en la Europa mediterránea y no tan pronunciada en Irlanda y Escocia.
En el verano de 1725 la canícula casi no se notó por la frialdad inusitada de la estación. Los hielos dificultaron la navegación de los ríos alemanes y del Báltico ya desde el mes de octubre en el riguroso 1739.
Tales fríos ocasionaban serios inconvenientes de aprovisionamiento a los europeos al verse inevitablemente afectado el ciclo de sus cosechas. A la amenaza muy seria del hambre se aunaba la del descontento social ante la elevación del precio del pan.
Todo ello obedecía a las variaciones de las masas de aire asociadas a la Circulación General Atlántica, sobre cuyas causas últimas todavía no existe un acuerdo. Algunos investigadores han postulado que el incremento de las emisiones volcánicas estaría detrás de estos fenómenos, que de todos modos hicieron tiritar a más de un barón y de un aventurero de la Europa del XVIII.