EL EGIPTO ALTO-ROMANO, ENTRE LA ADMIRACIÓN Y LA EXACCIÓN. Por Esteban Martínez Escrig.

21.01.2017 11:01

                

                En el 30 antes de Jesucristo se dio muerte una Cleopatra que no quiso formar parte del triunfo de su oponente Octavio Augusto, que como príncipe de Roma vinculó a su persona la nueva provincia de Egipto.

                Puso a su frente a un prefecto, con sede en Alejandría, ciudad que perdió su anterior condición autónoma. Los sacerdotes perdieron parte de sus privilegios y los romanos desplegaron unas tres legiones, que contaron con el apoyo de fuerzas auxiliares. El primer prefecto Cornelio Galo reprimió una insurrección en la Tebaida. Egipto tenía que dispensar a Roma unos 92.500.000 litros de trigo anuales.

                Desde Egipto los romanos intentaron dominar la Arabia meridional, lo que al final supuso la apertura de los puertos del mar Rojo, algo que dispensó gran prosperidad a muchos puntos del país. Frente a la reina de Etiopía se cosecharon importantes éxitos.

                Bajo Tiberio, la visita de su sobrino Tiberio provocó polémica al no estar permitido a un senador viajar a Egipto sin la expresa autorización imperial. Calígula se imbuyó de la teoría política del gobernante supremo de Egipto y bajo su reinado comenzó la agitación antijudía. Las comunidades judías no reconocieron la divinidad del emperador romano y sostuvieron agrias relaciones con otras comunidades. La rebelión judía de Palestina se extendió a territorio egipcio y los disturbios fueron graves en la Alejandría del 66 de nuestra Era, donde los judíos y sus detractores se enfrentaron en el anfiteatro. En el 114 los judíos se hicieron fuertes entre la Cirenaica y el valle del Nilo, llegando a cercar a la población griega en Alejandría.

                Los campesinos tuvieron que cargar bajo los romanos con tributos y exigencias crecientes. En caso de abandono de uno de ellos de su aldea, de su carga particular se responsabilizaba toda la comunidad, algo que resultó contraproducente para la prosperidad del agro egipcio. No obstante, entre los emperadores Tito y Adriano los romanos acreditan su vivo interés por la cultura de Egipto. En la fundada Antonoópolis, Adriano concedió a los ciudadanos romanos el derecho a casarse con egipcias.

                Los buenos propósitos de asimilación se estrellaron ante la dura exacción tributaria. Muchos campesinos depauperados buscaron refugio en las áreas húmedas del delta del Nilo. En el 172 los llamados pastores de bueyes se insurreccionaron al Este de Alejandría, dirigidos por el sacerdote Isidoro. Incurrieron en enormes atrocidades y el gobernador romano de Oriente Avidio Casio los derrotó. Aprovechándose de su triunfo, el gobernador se rebeló contra Marco Aurelio y se proclamó emperador. Asesinado por un centurión, su cabeza fue enviada a Marco Aurelio, que la rechazó y ordenó su enterramiento. Tal combinación de desesperación social, rigor fiscal y agitación política presagiaba los días del Bajo Imperio.