EL DESPOTISMO ILUSTRADO Y LA SEMANA SANTA. Por Remedios Sala Galcerán.
La piedad barroca puso el acento en la exuberancia formal frente a la austeridad de la que muchas veces hicieron gala los protestantes. La Semana Santa católica, con sus característicos pasos procesionales, acreditó este gusto por el arte religioso en forma de bellas tallas policromadas, que animaron la devoción de muchas gentes.
El carácter popular, con todos los matices que se quiera, de la Semana Santa en el mundo católico no siempre resultó ni simpática ni agradable a las autoridades públicas, que tendieron a desconfiar de las reuniones de gentes, a veces con normas de difícil control. Bajo el despotismo ilustrado de reyes como Carlos III, en el que la felicidad del pueblo se decía conceder sin tenerlo en cuenta, se acentuó este parecer.
Los ilustrados que nutrieron la administración de la monarquía de Carlos III fueron católicos, pero partidarios de la superioridad de la autoridad regia sobre la Iglesia (el regalismo) y amantes de una piedad más contenida, menos efusiva, de la expresada por algunos. Algunas dignidades eclesiásticas se manifestaron de igual manera, pues la Corona disfrutaba de la ventaja (reconocida en concordato) de proponer candidatos a obispados y arzobispados a la Santa Sede.
Las tradiciones populares no siempre resultaron ser platos de su gusto. El 21 de marzo de 1777 el rey manifestó a las autoridades episcopales la impertinencia de penitentes y sayones por Semana Santa al ser contrario a las buenas costumbres y máximas cristianas, según la Cédula del 19 de noviembre de 1771. Se reprocharon en especial las representaciones en el obispado de Plasencia, las procesiones nocturnas, el trabajo en días festivos, los bailes en los cementerios y la exposición de las Sagradas Formas.
Bien se ve que no siempre nuestra Semana Santa ha estado bien vista por los que mandaban en aquel luminoso siglo XVIII.