EL DESDICHADO CARLOS II DE ESPAÑA. Por Blanca Mislata Martínez e Isabel García Domínguez.
El pobre rey Carlos II sólo destacó en lo personal por sus muchas desgracias. Llamado el doliente, le aplicaron a lo largo de su maltrecha vida sanguijuelas pensando en que se recuperaría. Al no darse la ansiada curación del rey de España, se creyó en que había sido víctima de una maldición. Un exorcista le intentó arrancar el diablo a gritos, y ante su fracaso en el empeño le acostaron durante días junto a la momia del que se consideraba el cuerpo de San Isidro Labrador.
En lo mental también padeció un notable retraso, chapurreando el castellano con graves dificultades. Hasta los doce años apenas escribió nada.
Al llegar a la edad matrimonial se le buscó como prometida a una de las doncellas más guapas de su época, María Luisa de Orleans, con la que amansar un tanto la furia de la Francia de Luis XIV. Se dispuso en el protocolo que cuando la novia llegara en carroza a Madrid, él la esperara a caballo como correspondía a un joven gallardo. Al no saber montar Carlos le escogieron un caballito digno de los de las ferias. Le ayudaron a subir los sirvientes, pero al depositarlo se cayó con torpeza antes de cumplir el consabido cortejo.
Nunca gobernó tal rey, y en su lugar lo hicieron otros con muy poco acierto, como su madre doña Mariana de Austria acompañada de favoritos poco recomendables.
En la autopsia que se le practicó al morir en noviembre de 1700 se contempló el corazón de una nuez, los órganos destrozados y un testículo ennegrecido. Murió sin hijos, dejando a su muerte abierta la lucha por el imperio español.