EL DECLIVE DEL ESPÍRITU ESPARTANO.
“Si alguien me preguntase si me parece que, también ahora, las leyes de Licurgo continúan aún inalteradas, esto ¡por Zeus! ya no lo diría con seguridad. Sé, en efecto, que antes los lacedemonios preferían vivir juntos en la patria con lo justo más que como harmostas (comandantes) en las ciudades y, adulados, corromperse. Sé también que antes éstos temían realmente tener oro; ahora en cambio, hay quienes incluso hacen ostentación de lo que poseen. Sé muy bien que antes, por eso, había expulsiones de extranjeros y no estaba permitido salir del país para que los ciudadanos no se contaminaran con la molicie de los extranjeros; ahora, en cambio, sé que son, al parecer, los primeros interesados en no dejar nunca de ser harmostas en el extranjero. Hubo también un tiempo en que se preocupaban por ser dignos de tener el mando; ahora, en cambio, se afanan mucho más por mandar que por ser dignos de ello. En efecto, los helenos iban antes a Lacedemonia para pedirles que tomaran el mando contra los que, a su parecer, obraban injustamente; ahora, sin embargo, muchos se piden ayuda mutuamente para impedir que éstos tomen de nuevo el mando. No hay, sin embargo, que admirarse en absoluto de que se les haga reproches, puesto que es evidente que no obedecen ni al dios ni a las leyes de Licurgo.”
Jenofonte (fallecido en el 354 antes de Jesucristo), La república de los lacedemonios, en Las constituciones griegas. Edición de Aurelia Ruiz, Madrid, 1987, p. 147.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.