EL COSTE DEL EJÉRCITO ROMANO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

20.04.2025 11:35

              

               Lo que supuso a los Césares mantener a sus legiones no fue nada baladí, ni fácil de esclarecer para la historiografía. Una carga militar excesiva pudo estar en el origen del declive romano, aunque el imperio acreditó a lo largo del tiempo una extraordinaria capacidad de resistencia e incluso de adaptación.

               Para dar una respuesta lo más fiable posible, con los datos disponibles, se ha intentado calcular el dispendio imperial por soldado.  En la primera mitad del siglo I un legionario romano percibía al año 900 sestercios. Además, recibía gratificaciones con motivo de ciertas conmemoraciones, y al licenciarse se le pagaba el equivalente del salario de trece años de servicio. Nos haremos una idea más cabal de su poder adquisitivo si consideramos que su retribución anual doblaba la del mínimo de subsistencia de una familia de cuatro personas, a razón de tres sestercios por un modio de trigo, de 6’ 6 kilogramos.

               Con tales cifras, K. Hopkins ha estimado que a mediados del siglo I el poder romano destinó unos 445.000.000 de sestercios anuales, pues en el siglo siguiente el ejército romano alcanzaría los 375.000 hombres, al menos. Sin embargo, R. Mac Mullen ha reducido el dispendio a 315.000.000 de sestercios, al no considerar retribuciones como las del licenciamiento.

               Lo cierto es que el mantenimiento del ejército supuso el mayor gasto del imperio, y Augusto tuvo que imponer nuevos tributos para atender a los pagos de los licenciados. Las subidas salariales, además, fueron seguidas de la devaluación de las monedas de plata. La carga resultaría todavía más intolerable cuando se terminaba de conquistar un territorio o se destinaban sumas crecientes de una provincia a otro destino. Tampoco muchos de los recaudadores y de sus colaboradores se condujeron con moderación y justicia, pues impusieron cantidades mayores a los contribuyentes, ganando más de los suficiente para prestar dinero a intereses usurarios, con los que buscaban ampliar sus bienes inmuebles.

               Tal valoración pesimista ha sido muy relativizada por K. Hopkins al defender que la carga del ejército no supondría más allá del diez por ciento del PIB de un imperio de unos cincuenta millones de habitantes. Por otra parte, el requerimiento de nuevos y mayores imposiciones determinaría a muchas poblaciones a ganar más riqueza, lo que estimuló la economía romana a través de una verdadera red comercial de ciudades. Mantener al ejército tuvo consecuencias que fueron más allá de los campos de batalla.

               Para saber más.

               José María Blázquez y Jaime Alvar (editores), La Romanización en Occidente, Madrid, 1996.