EL CONTROL DEL AGUA EN LA PROTOHISTORIA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Las comunidades de la Edad del Bronce se enfrentaron a la escasez de recursos tan valiosos como el agua, especialmente disputada. En tierras de la actual provincia de Ciudad Real se erigieron poblados tan espectaculares como el de Motilla del Azuer, que albergaba un importante patio con un valiosísimo pozo de agua. La magnitud de las obras de fortificación da la justa medida de su valor: muros de mampostería con unos ocho metros de altura, tres líneas concéntricas de murallas y una torre cuadrada central. Con una singladura que va del 2200 al 1500 antes de Jesucristo, resultó de gran importancia para las actividades ganaderas de sus habitantes.
La correlación entre un pozo, arquitectura militar y ganadería la encontramos igualmente en la comarca catalana de Les Garrigues, en el magnífico poblado de Vilars d´Arbeca, con una vida que va del siglo VII al III antes de Jesucristo. Formó parte del territorio de los iberos ilergetes.
De planta elíptica, su eje mayor contaba con cien metros y con sesenta el menor. Sus murallas, construidas con materiales unidos con mortero de barro, tenían cinco metros de grosor y al menos otros cinco de altura. Las reforzaron unas doce torres semicirculares, que sobresalían para batir a los enemigos que pretendían tomar el poblado. Ante las murallas, se dispuso un campo defensivo de diez metros con losas planas verticales, clavadas en tierra. Por delante del mismo, se abrió un foso.
Sus viviendas más antiguas de distribuyeron de forma radial junto al muro interior de la muralla. En el centro se ubicaba una balsa de unos diez metros de diámetro, revestida con piedra y con una rampa para bajar. Se ha propuesto su función como punto de apoyo de la trashumancia de la zona. Lo cierto es que demuestra el enorme valor del control de la vital agua.
Para saber más.
Martín Almagro y otros, Protohistoria de la Península Ibérica, Madrid. 2001.
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