EL COMERCIO INTERINDIANO EN EL PACÍFICO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La colonización del extendido imperio español en América puso en contacto una serie de países que antes no lo estaban, como México con Chile. Se dio también la circunstancia que la expansión hacia Asia, con el punto avanzado de Filipinas, interesó vivamente a los distintos virreinatos, pues la afluencia de productos del Extremo Oriente supuso una gran oportunidad de lucro.
La sedería se apreció particularmente, y entre 1565 y 1569 se fomentó el cultivo de la morera en la Nueva España. Se han llegado a contabilizar hasta cuarenta establecimientos de géneros como el terciopelo, que se regularon al modo de Castilla. Su éxito fue tal que el mismo Felipe II ordenó secretamente al virrey Toledo que los clausurara para que no compitieran con los castellanos.
A los intereses peninsulares no les complacía para nada el avance económico indiano, y también se ordenó al virrey Velasco que impidiera el trabajo de los amerindios en los obrajes. Se ha calculado que en 1584 los galeones de Tierra Firme perdían cerca de 200.000 pesos por la afluencia al mercado de los textiles y vinos del virreinato del Perú.
La construcción naval, en consonancia, también despegó en las riberas pacíficas de la América hispana. Aunque no alcanzaron la importancia de los de Cuba, en el Pacífico descollaron los astilleros de varios puertos como los de Panamá, Realejo y Guayaquil, centro del comercio entre Perú y la Nueva España, con gran importancia del cacao. La navegación de cabotaje resultó esencial.
Desde Nueva España, precisamente, se enviaban a Perú manufacturas mexicanas, objetos de lujo y plata, a cambio también de plata, mercurio y vinos. Su relevancia se acrecentó a partir de 1570 con la llegada de los productos asiáticos del Galeón de Manila. Los productos asiáticos eran más baratos que los europeos, y su venta en tierras americanas dejó beneficios que superaron los tres millones de pesos.
Por ello, entre 1587 y 1591, la corona prohibió el tráfico directo entre Perú y Manila, además de entre Perú y Nueva España. Se limitó, además, el tonelaje de la ruta Acapulco-Manila. Tales prohibiciones carecieron de efectividad, y el comercio indiano en las riberas del Pacífico alcanzó los puertos chilenos. Se ha estimado que en 1604 pasaron del Perú a Nueva España géneros por valor de dos millones de ducados. La inversión de comerciantes peruanos en la Nueva España de 1606 alcanzaba el millón y medio de pesos para comprar géneros de procedencia asiática.
Las quejas de los comerciantes establecidos en Sevilla no sirvieron de mucho, y el contrabando aumentó ante las nuevas prohibiciones, que no sirvieron para detener el avance indiano.
Bibliografía.
Woodrow Borah, Comercio y navegación entre México y Perú en el siglo XVI, México, 1975.