A medida que transcurren los años se hacen más evidentes para muchos ciudadanos la corrupción y el chantaje político.
Los políticos lo emplean para su propio beneficio o para prevenir algo indeseado en nombre del bien común. En muchísimas ocasiones lo ocultan intencionadamente, demostrando que poco tiene que ver con el bienestar ciudadano.
Las imputaciones y las amenazas de descubrir los secretos más turbios ensucian la vida pública presente, pero los antecedentes del chantaje político son muy amplios históricamente. En EE. UU. lo han empleado tanto en política nacional como internacional durante el largo período de la Guerra Fría, en el que la lucha contra el comunismo y la URSS parecían legitimar todos los desafueros no permitidos por la ética liberal de los Padres Fundadores de la República.
En España las intrigas cortesanas de los siglos que precedieron a la Constitución de Cádiz también nos hablan de esta sórdida realidad, en la que la política pierde su dimensión más noble y generosa.