EL "CESAROPAPISMO" BORBÓNICO, LA INTERESADA CUSTODIA DE LA CONTRARREFORMA. Por Carmen Pastor Sirvent.
Los reyes de la casa de Borbón y sus secretarios tutelaron a la Iglesia española a lo largo del siglo XVIII. Como garantes de la Fe animaron en 1744 a la Inquisición a actuar contra judíos, luteranos, musulmanes, astrólogos e iluminados. Las costumbres de los eclesiásticos también fueron motivo de preocupación. Se obligó a celebrar la misa según los usos acordados en el Concilio de Trento en 1745, y entre 1746 y 1750 persiguieron a los sacerdotes que asistían sin hábitos a los funerales y a las novenas por las almas de los difuntos. Se instó expresamente en 1770 a que no llevaran el proscrito sombrero chambergo.
Los eclesiásticos influían en una religiosidad popular vista con desconfianza por las autoridades, temerosas de los excesos conducentes a la subversión del orden. En 1777 se clamó contra los penitentes y los sayones de las procesiones, contra ciertas devociones nocturnas, los bailes en los cementerios, la exposición de las Sagradas Formas y el trabajo en los días festivos. Se temía desde 1765 al menos que los eclesiásticos se sirvieran del púlpito para censurar al gobierno, y en 1775 se previno a los sacerdotes catalanes contra la toma de los campanarios por los amotinados contra los servicios militares.
La Iglesia tenía el deber de auxiliar a la monarquía a la hora de reclutar voluntarios en territorios de régimen particular como Cataluña y en la formación de las aborrecidas quintas militares. Tenía el deber inexcusable de defender el Estado y la Fe entregando para la recluta a los vagos acogidos al sagrado. Las relaciones entre autoridades religiosas y civiles no fueron fáciles, y fue habitual el choque entre los coroneles y los vicarios por aquellos militares que prometían matrimonio y después de ciertas anticipaciones no lo cumplían.
En todo momento los reyes intentaron afirmar su superioridad frente a todos, sin exceptuar al Pontificado. En 1772 se prohibió expresamente que las gentes de Navarra, Aragón y Cataluña acudieran a Francia a ser sanados de lamparones o escrófulas por sus taumatúrgicos monarcas.
En 1787, antes de su célebre miedo, el conde de Floridablanca fue advertido por los eclesiásticos de la llegada a España de libros disolventes de la moralidad familiar. Casualmente su contrabando estuvo en manos de no escasos sacerdotes. La Iglesia española de la Contrarreforma tardía fue controladora y controlada, estallando esta contradicción a principios del siglo XIX.