EL CENIT DE LA CHINA HAN. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

11.04.2025 16:17

              

               A finales del primer milenio antes de Jesucristo se forjaron distintos imperios en Eurasia, que combinaron autoridad central, ejércitos poderosos, ideas cohesionadoras y estímulo comercial. Entre el -141 y el -87 alcanzó su apogeo el imperio chino de los Han, bajo el mandato de Wu Ti.

               Consciente de la importancia de los principios éticos y legales, declaró oficial el confucianismo, a pesar de las simpatías taoístas de la emperatriz. Para evitar conflictos, el confucianismo terminó incorporando elementos taoístas. Asentado su poder, el emperador gozó de la consideración de sumo sacerdote y su palacio se reguló por estrictas normas protocolarias.

               Wu Ti amplió la escuela de letrados confucianos, pues le resultaron de gran ayuda para hacer frente y subordinar a la aristocracia, que controlaba muchas tierras en sus demarcaciones. En el -127 se les ordenó dividir su patrimonio entre sus hijos al fallecer. Un enviado imperial vigiló de cerca sus movimientos en sus circunscripciones. En compensación, el emperador no les privó de sus honores y consideraciones tradicionales. Bien consciente de la necesidad de granjearse aliados, Wu Ti llegó a ofrecer la condición aristocrática a los comerciantes con riqueza suficiente para adquirirla.  

               En el exterior, los hunos también le dieron motivos de preocupación. Como la gran muralla resultaba insuficiente para contenerlos y deseaba abrir caminos hacia el Oeste, envió emisarios para granjearse la alianza de otros pueblos del interior de Asia. El ataque huno contra el territorio de Pekín fue respondido con dos campañas en toda regla: una hacia el Norte y otra que alcanzó la Mongolia exterior tras cruzar el desierto de Gobi. A lo largo de los caminos abiertos a la expansión china se ubicaron fuertes y colonias, de singular valor para el establecimiento de la ruta de la seda. Bajo Wu Ti también se conquistó Corea y territorios cercanos a Myanmar, de singular valor para las rutas mercantiles.

               El ejército fue confiado a personas de extracción no aristocrática, generalmente.  La caballería, apoyada por fuerzas de infantería, sustituyó a las formaciones de carros en el combate. La ampliación de la gran muralla y el desplazamiento de poblaciones reforzaron el poder militar y político del imperio. Por otra parte, se ha considerado la colonización como un medio para remediar las hambres que periódicamente azotaban el territorio chino. Numerosos condenados fueron convertidos en colonos forzados.   

               El trazado y mantenimiento de las canalizaciones hidráulicas reforzó la base productiva del imperio, en el que se impuso la capitación tributaria de los mayores de tres años. Como la abundancia de moneda acuñada por los poderes locales comportó una fuerte inflación, se intentó detenerla en el -113 con la desvalorización de las piezas no procedentes de las cecas imperiales. Wu Ti también supervisó el sistema de transportes de su imperio, pues el comercio le dispensaba pingües beneficios en forma de gravámenes sobre productos como el hierro, el cobre, la sal, el lino o la seda, muy apreciados en el exterior. A cambio, los chinos recabaron bueyes, caballos y esclavos de los pueblos del interior asiático.

               Wu Ti tuvo un largo reinado. Sus sucesores carecieron de sus energías, enfrentándose a los resultados sociales de su política, como la emergencia de unos grupos mercantiles más vigorosos (capaces de burlar la prohibición de poseer tierras) y el aumento de las diferencias de riqueza, semillero de rebeliones campesinas. Se avecinaban nuevos tiempos para el imperio chino.

                Para saber más.

               John King Fairbank, China, una nueva historia, Barcelona, 1996.