EL CAPITÁN PIRATA QUE INQUIETÓ LA ITALIA ESPAÑOLA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

11.09.2021 12:32

               

                La piratería fue un negocio muy lucrativo en el Mediterráneo durante demasiado tiempo. Más allá del saqueo de naves o del apresamiento de personas para exigir un rescate, los piratas podían ganar más si cabe poniéndose al servicio de un poder político superior. Entonces se convertían en corsarios, con la debida patente o licencia para dañar a los adversarios de su condicional “señor”.

                Un capitán dedicado a tales menesteres fue Bernabé Justiniano. Sus acciones inquietaron al embajador español en Génova en la primavera de 1599, cuando se había firmado la paz de Vervins con Francia, pero todavía se combatía contra ingleses y holandeses. En Italia, las acciones del duque de Saboya y de Venecia no dejaron de llamar la atención de los españoles.

                Aliada de la Monarquía hispana, Génova no había dado licencia a aquel capitán para levantar o reclutar hombres. En vista de ello, recogió por su iniciativa gente italiana y la fue mandando a los confinantes lugares de feudatarios del Imperio, como Campofreddo ligure, Savignone o Crocefieschi. Así pretendía fortalecer su organización y ganar fuerza.

                Aunque el embajador era consciente del peligro, sus fuerzas eran contadas y su margen de maniobra limitado. Además, supo que el Papa había ido despidiendo la gente corsaria que tenía a su servicio, lo que podía fortalecer los efectivos del capitán.

                Podía dirigirse a continuación a Venecia, donde sus autoridades también desterraban a sus ociosos y canalizarlos hacia los menesteres de la piratería contra otros. Los venecianos ganarían la quietud que perderían los aborrecidos españoles en Italia con las depredaciones del capitán.

                La conclusión de algunos conflictos creaba la temible perspectiva del paro de los luchadores, como le sucedió a las compañías blancas durante la guerra de los Cien Años, y piratear era una salida muy airosa, lo suficientemente briosa para golpear al equilibrio del poder español en Italia.

                Fuentes.

                ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS.

                Estado. Legajo 1430, 30.