EL CABALLO, A LA CONQUISTA DE AMÉRICA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Cuando los españoles llegaron a América, los equinos se habían extinguido allí hacía unos ocho mil años. Complemento y auxiliar imprescindible de su conquista y de su colonización, los españoles llevaron algunos ejemplares en 1493 a La Española, en la segunda expedición de Colón. Los caballos causaron una honda impresión entre los pueblos del imperio azteca durante la conquista. Conscientes de su importancia, se reclamaron en 1597 para emprender una nueva empresa de El Dorado, en la ribera del Orinoco. En 1620 los ingleses los llevaron a Virginia y hacia 1665 los franceses a Nueva Francia. Sin embargo, los caballos pronto emprendieron su propia expansión, mucho más allá de sus amos europeos.
Las manadas equinas crecieron en las extensas tierras de pasto del continente, hasta tal punto que los españoles los encontraron en el área de Buenos Aires cuando reemprendieron la colonización en 1580. Los caballos alcanzaron el territorio de Tucumán y del litoral del Brasil, donde los portugueses los apresarían para embarcarlos en dirección a Angola.
En la América del Norte también se abrieron paso mucho antes de la insurrección de los amerindios pueblo contra el poder español en 1680, como se suponía. A comienzos del siglo XVII habían alcanzado el territorio de Idaho, transformando las formas de vida y la cultura de los amerindios del interior norteamericano. En la Alta California su número llegó a ser tan crecido que los primeros ganaderos de tiempos de la Fiebre del Oro del XIX los aniquilaron despeñándolos.
Aunque en el área de El Paso se encontraban importantes grupos de mesteños salvajes, los españoles de Nuevo México carecían de buenas monturas en 1777, hasta tal extremo que el vecino de El Paso Pedro Fermín de Mendinueta se ofreció a la remonta de mil quinientos caballos. Ya por entonces el galope de los corceles había seguido sendas distintas a las de sus primeros jinetes europeos.
Fuentes.
ARCHIVO GENERAL DE INDIAS.
Guadalajara, 516, N. 78.